A pesar de mi reticencia a creer todo lo que los medios cuentan, mi natural tendencia se basa en emplear la intuición, además de la más elemental lógica para no dejarme sorprender por la sucesión de hechos interesadamente elaborados.
Tengo que reconocer que no me dejan indiferente ciertos comportamientos, determinadas situaciones y desconocidos fenómenos, que ponen en cuarentena mi escepticismo y mi declarado y asumido relativismo.
A veces esta conducta me ocasiona ciertos desequilibrios emocionales por ser a veces absolutamente desconfiado y otras temerosamente confiado.
Nuestra condición de Cristianos nos lleva a no creer en la reencarnación, porque la misma formación religiosa nos conduce a la inmortalidad del alma y la efímera existencia de la carne.
Me resulta todo tan complicado, tan contradictorio…
Hace tiempo decidí dar crédito a ciertas creencias que me hacían concebir la posibilidad de reencarnarme en un nuevo ser, no sé si como divertimento, como un juego, una ilusión, una esperanza, o una necesidad.
En ese deseo de reencarnación, pese a mi inclinación a la incredulidad, debo confesar que no me movió ninguna cuestión religiosa, ni siquiera una ilusión existencial, ni la necesidad de seguir siendo otro «después» de mí, aun siendo el mismo, pero viviendo dos vidas.
Tengo que reconocer que soy más de almas que de cuerpos. Más de espíritu que de gestos, más de sentires que de hechos.
De nada me sirve mi predisposición a poner todo en cuarentena, ni mi propensión a no aferrarme a la fe por la fe, ni tan siquiera al posible dogma que pretende obligarme a creer que tras la muerte recobraremos la lozanía corporal de la más exuberante juventud.
He llegado al convencimiento, que por encima de la Razón, de la Ciencia y de la Lógica, se encuentra mi necesidad de creer en lo que sea, preferentemente bello, placentero, sosegado, sereno… Y esto no es otra cosa que lo que me reporta mi vivificante, gratificante y tonificante imaginación, aunque a veces se rían de mi tendencia a impregnar mis pensamientos de un mundo pleno de fantasías.