Cuando se ha recorrido gran parte del camino que completa toda la travesía, la meta se nos antoja tan cercana, que sin verla la podemos sentir, es como tener un sensor bajo la piel que nos advierte que el final está muy cerca.
Es lo que nos ocurre con nuestra existencia, en la que tras apurar al máximo la vida, afrontamos la última etapa en la que sólo nos dará tiempo ver como en una película, todos los capítulos que completan nuestra historia.
A veces recordamos aquellos momentos cuando paseábamos en bicicleta, que nos soltábamos de manos dejando libre el manillar, para que fuera él quien recorriera los últimos metros a su libre albedrío.
Hoy, después de recorrer todas las etapas podemos sentirnos satisfechos por haber llegado con casi todas nuestras expectativas cumplidas, y en muchos casos, satisfaciéndonos, haber superado nuestras previsiones y conseguido muchos de nuestros sueños, con el ánimo pleno de esperanza, los sentimientos entibiados y el alma serena.
Lejos de entregarnos a la amargura, a la tristeza, a la desesperanza y a la desolación, y ya sin el miedo que representa la sensación de fracaso o culpabilidad, debemos mostrarnos satisfechos de poder cruzar la última meta con los brazos alzados hacia el cielo en señal de triunfo.
Son esos momentos que vamos sin manos cuando aprovechamos el impulso que llevábamos, para avanzar mientras contemplamos complacidos los últimos paisajes… dejándonos llevar por el plácido impulso que nos regala la vida, que nos lleva hasta un final que ya se adivina. Aunque la pancarta de meta aún no se atisbe con claridad…
De pronto nos damos cuenta, que ya no tenemos necesidad de representar ningún papel, que no nos merece la pena aparentar lo que no somos, que debemos ser afectuosos con quiénes nos quieren…
Que no necesitamos ya casi nada, aunque ese «casi nada» pueda resultar muchísimo.
Es verdad que a veces no podemos evitar la incertidumbre de aquello que nos tiene reservado el futuro.
Es en este placentero presente cuándo descubrimos que en este efímero periodo que nos queda por recorrer, ya es inútil esperar que se produzcan grandes acontecimientos.
Ahora los sueños ya se cumplieron, los logros ya están satisfechos y las ilusiones y las esperanzas ya han sido consumidas.
Es el momento de intentar reconocer que la meta se encuentra en la próxima curva, porque algo extraño, algo intangible, esa señal tan tenue de la que hablábamos, es como una brisa, como un aroma, como una visión que nos dice, que nuestra presencia en la vida que nos tocó vivir ha sido satisfactoria.
Atrás quedarán los que siempre nos odiaron, malquisieron y envidiaron, porque ya no necesitamos estar en constante guardia, en constante imaginaria…
Si algo bueno tiene el final del camino, es haber dejado atrás a las malas personas y quedarnos con los que nos harán grata la última etapa. La etapa del relax…
Para muchos será el fin del principio, para otros sólo es el principio del fin, para el resto el cumplimiento de la Ley Natural.
Para nosotros, entre los que les incluyo, las puertas del Paraíso, que significa estar en paz con nuestra conciencia. Estar en paz con la vida que nos fijó la Providencia. Simplemente, estar en paz.