Tiempo de vendimia

No logro entender lo que está pasando en este país tan complicado y al mismo tiempo divertido y variopinto.

Una España desenfadada, pasional, extremada, difícil, controvertida, bipolar, burlona, pícara. pintoresca, irregular y tantas cosas más, que la hacen maravillosamente única. Ya saben, una grande y libre.

Un país endeudado hasta la médula, gastando a manos llenas y soportando ocho millones de inmigrantes, de los cuales trabajan la mitad.

Un país que nadie sabe si va o viene, si avanza o retrocede, si sube o baja, si va como un bólido o como un patinete.

Las carreteras con un tráfico desmesurado cada puente, fin de semana o víspera de fiesta.

Centros comerciales a tope, restaurantes, cafeterías y terrazas abarrotadas.

Un país donde se viste bien y se anuncian todo tipo de productos de elevados precios que van desde los langostinos de Denia, el jamón de Jabugo, el buey vasco, la merluza del Cantábrico o el caviar de esturión asturiano.

Todo en plenitud. Los sindicatos contentos, los comunistas satisfechos y amaestrados cual gatitos falderos y el gobierno encantado de haberse conocido.

Los independentistas, separatistas, antisistemas y camorristas comiendo dos carrillos, que es lo que mejor saben hacer.

La derecha a lo suyo y cuando digo a lo suyo digo a lo suyo.

Los de Bildu encantados de haberse conocido dando ruedas de prensa, anunciando que ya se puede desobedecer, insultar y pelear cuerpo a cuerpo con las fuerzas de orden público.

La sociedad está tan entretenida en subsistir como sea, que llegar a fin de mes es un triunfo maravilloso.

Hay que conservar el falso estatus a costa de quién sea, o seguir viviendo, aunque solo sea un día más, sin que nadie se atreva a valorar el enorme varapalo que estamos a punto de recibir en un futuro próximo inmediato, si nadie lo remedia.

Y como siempre sucede, serán los más débiles las víctimas, a quienes denominarán daños colaterales.

Los jóvenes de 30/35 años lo llevan claro a la hora de independizarse de sus padres.

Vuelve la España las «camas calientes» de los años sesenta, camas que se alquilaban en turnos de ocho horas sin perder un grado de temperatura ni un ápice del olor corporal recogido de mil sudores.

Los sociólogos vaticinan que se aproxima una gran revolución que impondrá nuevos conceptos, emergerán nuevos valores y comportamientos, y pondrán patas arriba el sistema social, político y económico convencional, a no ser que la sociedad degenere en una ciudadanía plana, anodina, asintomática, silenciosa y amaestrada.

El problema no se lo podemos cargar exclusivamente a los gobernantes, nosotros somos el problema, no ellos.

Por carecer carecemos de ideología por mucho que nos empeñemos en demostrar lo contrario.

¿Qué ideología tienen PP y PSOE?

¿Qué ideología tienen VOX y todo el grupo de la izquierda desunida?

¿Qué ideología tienen los regionalistas?

No seríamos justos, ni inteligentes tampoco, si toda nuestra indignidad, frustración y cabreo se lo cargamos a estos mediocres, para ocultar nuestra indeclinable responsabilidad.

Podemos decir de ellos, como desahogo, como terapia, que son culpables de todo aquello que se nos ocurra, pero con eso no solucionaremos nuestros problemas, entre otras cosas, porque ellos se han acostumbrado al insulto y les importa un bledo lo que podamos pensar o decir, porque ellos saben que no nos atreveremos a llegar más lejos que ponerles a parir cada mañana.

Las guerras las tenemos cada vez más cerca, y nos hemos acostumbrado a ver en la tele todo tipo de tragedias, donde el horror, la miseria y el terror lo vemos como si viéramos una película acompañados de un cubo de palomitas.

Niños ensangrentados, madres desesperadas, ancianos arrastrando su agonía, cadáveres retorcidos entre los escombros, bebés a los que no les quedan fuerzas para llorar…

Esta sociedad rememora aquella otra de Sodoma y Gomorra, entregada a todo tipo de vicios y excesos, ajenas a la realidad de lo que representan los pueblos a la deriva, donde ver docenas de cadáveres flotando a escasos metros de la costa no nos impide seguir comiendo y bebiendo mientras vemos los telediarios a todo color en pantallas de 80″..

Una nueva crisis económica, posiblemente más virulenta que la anterior, será terrible para unos ciudadanos que se hallan en estado de extrema fragilidad vital, donde a cada mes ya le sobra la última semana.

No aprenderemos de nuestros errores, porque en estos momentos la gente ha aprendido a vivir con ellos.

Esta sociedad fragmentada es lo que habían soñado estos vividores que nos han hecho prisioneros con sus ideas rescatadas del Siglo XIX.

Derechas, Izquierdas y en medio el oprimido pueblo, que aún no se ha dado cuenta que las ideologías no se comen, se padecen.

Si levantamos la vista del suelo, incluso del móvil y miramos a los que nos tienen que salvar, veremos nítidamente que nos han tomado por imbéciles.

Resulta que mientras mirábamos al suelo, incluso al móvil, nos han vendimiado la viña.

Enrique García-Moreno Amador

Presidente del Ateneo de Ocaña

Escritor y amante de Ocaña y su historia

Tags: El Atril de Enrique García-Moreno

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