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SANTA LEOCADIA (PATRONA DE TOLEDO)

Toledo fue tomada por la fuerza el año 193 a.d.c. a los antiguos pobladores (vetones y otras fuerzas indígenas). Según sabemos por Tito Livio, fue Marius Fabius quien dirigió la conquista de aquellos primitivos poblados. Desde entonces Toledo se fue convirtiendo en una importante urbe romana, según lo atestiguan los restos que han llegado hasta nosotros: Cuevas de Hércules, acueducto, circo romano, arcos, canalizaciones de agua, monedas y diversas esculturas mutiladas por el paso del tiempo. Pero poco se sabe del lugar donde se encontrarían el Foro o el Anfiteatro, aunque hay indicios sobrados para pensar que el primero se situaría más o menos donde hoy está la catedral y el ayuntamiento y el segundo en la zona de las Covachuelas. Sí se sabe donde estuvo el Pretorio, el cual parece ser que se hallaba donde hoy está el Alcázar, por ser una de las zonas más elevadas de Toledo.

La Península Ibérica en Roma era conocida como Hispania y a medida que Toletum y otras urbes hispanas iban tomando preponderancia, llegaban a ellas nuevas tendencias y religiones tales como el Cristianismo. Arraigó con fuerza la doctrina de Jesucristo en todo el territorio peninsular. Al principio no parecía importar a los dirigentes romanos que los cristianos no adorasen al César y a sus dioses, pero poco a poco el miedo y el recelo fueron haciendo mella en Roma.
Al mismo tiempo, durante el mandato de César Augusto se mantenían sangrientas luchas contra las poblaciones cántabras y astures que todavía no habían sido sometidas al yugo romano; los guerreros celtas del norte de Hispania, presentaron una inesperada batalla a las legiones romanas y se cuenta que el propio emperador tuvo que trasladarse a Segisame, hoy llamado Sasamón en la provincia de Burgos, hasta que se consiguió doblegar a aquellas poblaciones prerromanas llegando casi al exterminio total, de esta manera quedó completada la conquista de Hispania, dando comienzo a una estabilidad económica y política.

Entierro de Santa Leocadia de Cecilio Pla, presentado a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887, Museo del Prado. Fuente: Wikipedia

Es difícil imaginar cómo serían aquellas primeras comunidades cristianas que tenían que vivir la mayor parte de las veces ocultas y anónimas, practicando sus ritos y misas en la clandestinidad por temor a ser perseguidos y encarcelados por los romanos. Diocleciano envió a la Península Ibérica al cruel Publio Daciano, que se encargó de iniciar las persecuciones contra los cristianos y de esta manera muchos ciudadanos de la famosa Toletum fueron hechos prisioneros y encarcelados en «la roca Tarpeya», terrible enclave donde se hacinaban unos con otros a la espera de ser despeñados desde allí al río Tajo.

Dos jóvenes de aquella época vivían en Toledo y se profesaban una casto y limpio amistad. Ella se llamaba Leocadia¹ y practicaban el cristianismo en secreto por miedo, pero el chico no tardaría en ser hecho prisionero y sufrir el martirio como otros tantos cristianos; después de esto a Leocadia ya no le importó hacer públicas sus creencias, siendo al poco tiempo también hecha prisionera y conducida a las mazmorras del Pretorio donde la torturaron y azotaron hasta que quedó allí exhausta, aunque no consiguieron doblegarla ni que renegara de su fe. Sabía lo que le esperaba ya que le comunicaron los martirios de Eulalia de Mérida y de Vicente, Sabina y Cristeta en Talavera, pero nada consiguieron con ello y quizás muriera por agotamiento e inanición la noche del 9 de diciembre del año 304. Los soldados la encontraron a la mañana siguiente envuelta en un aura luminosa.

Este hecho heroico causó desmoralización entre los romanos y enterado Publio Daciano del caso, ordenó que su cuerpo fuera arrojado sin darle sepultura detrás de un templete pagano en estado ruinoso, situado en la Vega baja, en la margen derecha del río cuando este va abandonando la ciudad. Algunos cristianos que habían seguido todo el recorrido de la joven desde el Pretorio hasta la Vega Baja, en la impunidad de la noche, tomaron su cuerpo sin vida y le dieron sepultura. Se fue corriendo la voz de unos a otros del lugar exacto donde había sido enterrada Leocadia y en noches oscuras se convirtió en lugar de oración, culto y cierto peregrinaje, aprovechando las sombras de la noche.

El año 313 se proclamó «La paz de Constantino»² con la cual por el edicto de Milán, se permitió la religión cristiana o al menos dejó de ser perseguida y a partir de aquí comenzó a construirse una pequeña ermita en ese lugar dedicada a la santa toledana. Más tarde bajo el reinado de Sisebuto adquirió el rango de basílica. Aquí se celebraron los Concilios de Toledo; en el tercero de los cuales –ya bajo dominio visigodo–, se fraguó la unidad religiosa de todo el territorio peninsular al abjurar Recaredo del arrianismo³.
También fueron enterrados en la basílica varios obispos visigodos como Ildefonso y otros. Parece ser que detrás del Pretorio donde fue martirizada, se levantó también un pequeño templo dedicado a la joven mártir, pero con todas las reformas que ha tenido la zona del actual Alcázar, no ha llegado hasta nosotros.

Cuenta una vieja tradición que cierto día cuando el arzobispo Ildefonso celebraba la misa en honor de la Santa en presencia del rey Recesvinto, ésta se le apareció mostrándole su velo blanco, pronunciando aquella frase preciosa: «Ildefonso, por ti vive mi Señora»⁴. Para que quedara constancia de tal milagro, el santo arzobispo, cortó con un puñal un trozo de velo.

En el lugar donde –según todos los indicios– nació nuestra santa, hoy se levanta la parroquia de Santa Leocadia, precioso templo mudéjar, reconvertido de una antigua mezquita. aunque la iglesia en sí no guarda muchos restos de la época mudéjar. A la derecha del presbiterio mediante una pequeña escalera, se puede acceder a lo que se cree que fue la habitación donde Leocadia oraba en secreto.

Tras la invasión musulmana, los restos de Santa Leocadia y de los obispos fueron trasladados a diversas ciudades para que no fuesen profanados por los moros. Nuestra santa fue llevada a Oviedo, junto con el puñal y el trozo de velo y después a Bélgica. La reina Juana «la Loca», consiguió traer alguna reliquia que se encuentra en el Ochavo de la Catedral Primada, pero fue durante el reinado de Felipe II cuando se consiguió traer los restos a Toledo el 26 de abril de 1587, depositándolos en el relicario catedralicio, acto presidido por el propio monarca.

Arca de Santa Leocadia, Catedral de Toledo

Es considerada como la patrona de Toledo y se celebra su fiesta el 9 de diciembre en conmemoración del día de su muerte.

¹ Leocadia (mujer blanca)
² Constantino soñó que Cristo le enseñaba una cruz y le decía: «Con este signo vencerás»
³ Doctrina de Arrio que negaba la divinidad de Cristo.
⁴ Recogido en «Las comedias» de Calderón de la Barca.

CARLOS DUEÑAS REY

Carlos Dueñas Rey

Historiador de Toledo

Carlos Dueñas Rey es toledano de nacimiento, autodidacta, desde muy joven comenzó a trabajar en una farmacia cercana a la Catedral de Toledo y ahí empezó su fascinación por este templo, uno de los emblemas de la patrimonial y mágica ciudad de Toledo. Interesado por la la historia, las tradiciones leyendas y misterios que recorren la ciudad,

Tags: El Atril de Carlos Dueñas Rey, Toledo

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