Últimamente se ha abierto el diálogo sobre salud mental. Ese espacio de la salud ignorado, incluso hoy en día, donde se confunde el término, asociándolo a una terapia, cual si fuese una gripe, una enfermedad curable, un contagio sanando con un antibiótico.
Pero la verdad es que no es así, que la salud mental entronca con la calidad de vida, con las creencias y valores sociales, donde se evidencia la organización social, cuestionando nuestra realidad.
Aunque comencemos con definir salud, que según la OMS ( organización mundial de la salud) es:
La salud es un estado de completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades».
Así la salud es un equilibrio que permite un bienestar pleno, lo que en ciencias sociales es el concepto de calidad de vida.
Y es un equilibrio porque las tres esferas han de permanecer adecuadamente atendidas, sobre todo porque una afección en una de las esferas afecta a las otras dos, produciéndose el desequilibrio y el malestar, y así la enfermedad.
Por ello es necesario saber que implica cada esfera de nuestras vidas, y comenzaré por la esfera física, la más reconocida, nuestro cuerpo, expuesto a amenazas exteriores, virus, hongos, bacterias, como a problemas genéticos, lesiones por accidentes, calidad de alimentación, pureza del aire y otros contextos sociales.
Sí, sociales porque nuestro cuerpo vive en un contexto, donde las amenazas existen. Donde buenas canalizaciones de agua, higiene pública, estilos de vida influye. Tal es así, que las enfermedades del llamado primer mundo se relaciona con estrés, como ansiedad, estilos de vida, como infartos u obesidad…
Por eso no se puede aislar la esfera física del resto, ya que es un todo.
Pero si no queda claro hablemos de la esfera social, aquella donde nos desarrollamos como personas. La relaciones sociales, y los vínculos creados contribuyen a una actitud positiva para sanar, o mejor mantener nuestra salud. El acceso a los recursos mínimos y esenciales, determina el tipo de enfermedades al que nos exponemos. Las posibilidades económicas también afecta, porque así podemos obtener una alimentación adecuada, un hogar saludable, un estado psíquico equilibrado.
Porque no hay terapia que valga cuando se ha de elegir entre comer o tomar medicinas, cuando se ha de elegir entre el paro o aguantar una situación de maltrato, de angustia por falta de libertad plena.
Y es que el contexto social, olvidado y omitido, es el escenario de nuestras vidas, así que de nuestro bienestar, por lo que es el de la salud.
Así la salud mental no es ir a terapia, como se vende por personajes pudientes, capaces de pagar entre 60€ y 100€ por sesión terapéutica, que no resuelve carencias materiales, que cuestiona a la persona y no a la organización sociopolítica y económica, condenando a una población a vivir con angustia, pánico, insomnio, agresividad, agotamiento, sin un futuro.
Gente que no vive el dilema de ser ellas o seguir lo impuesto culturalmente, porque su existencia es frágil, y para aliviar beben, mientras se atiborran de medicación que les permite consumir y trabajar. Pues no importa la felicidad, ni el bienestar personal. Porque se les juzga de perdedores y débiles, gente que sobreviven durante años, sin esperanza ni ilusión.
Débil quien camina con depresiones cuando corresponde aislarse y recuperarse.
No, la salud mental no es la terapia de personas acomodadas, sino el cuestionamiento de una vida que esclaviza al sufrimiento a una parte de personas por el bienestar de privilegiados.