Es justo y hasta razonable que los ciudadanos nos rebelemos contra todo lo que atente contra nuestra dignidad, derechos y legitimidad.
Los ciudadanos no podemos aceptar abusos, atropellos, ni humillaciones porque a continuación vendría la destrucción de nuestras libertades.
La tambaleante permanencia de ideologías caducadas, obsoletas y desfasadas serán la consecuencia de una sociedad deprimida y derrotada.
Y esto nos llevaría a un proceso natural de autodestrucción hasta la pérdida de la dignidad.
Cuando los políticos carecen de nivel y de recursos intelectuales se envuelven en banderas, banderías y bandoleras para desde falsas doctrinas contribuir a nuestro más deprimente declive.
Pasa lo mismo en el mundo sindical, donde la causa obrera de antaño no tiene nada que ver con esta otra de terciopelo.
Porque los agentes son distintos, los hechos diferentes, las causas desiguales y las leyes dispuestas a colaborar con la legislación más permisiva para que todo resulte inocuo.
Si fuésemos capaces de distinguir práctica de teoría; utopía de realidad, política de ideología; lo humano de lo divino; el alma y el cuerpo y espíritu de carne, todo sería mucho más sencillo, todo más factible, todo más viable, todo más fiable, todo más auténtico.
Hoy los españoles estamos enfrascados en una guerra fría, donde unos luchan por obligarnos a tener un extraño concepto de lealtad, honorabilidad, dignidad, fidelidad y compromiso; otros, por imponernos su irracional concepto de la ideología y el resto, como consecuencia, conservar un estatus lleno de privilegios.
Una guerra fría que pretende imponer sus valores, por encima de los valores de los demás, incluso careciendo de ellos.
Por un lado el concepto de Patria, Unidad, libertad, Indivisibilidad, Lealtad, Compromiso…
Por otro, Trabajo, Vivienda, Sanidad, Educación, Asuntos Sociales, Bienestar, Satisfacción…
Es evidente que los ciudadanos en general vivimos bien a tenor de como se encuentran las autovías, las zonas de recreo y ocio, los centros comerciales, la hostelería, las grandes superficies y sobre una calle aparente sosegada…
Y también es evidente que media España se encuentra cabreada contra otra media por culpa de conceptos equivocados, tanto, que mientras el mundo tiende a la globalización, los españoles quieren dividirse en minúsculas repúblicas, aldeas, tribus y hasta en suburbios.
No hace mucho unos amigos octogenarios vascos me decían, que en cada aldea se hablaba hace setenta años un vascuence y era tanta la confusión que inventaron «otro» idioma para todos, el «Batúa», lo que ellos llaman euskera, sin darse cuenta que ya tenían el español…
Estos amigos vascos cuando se hicieron novios se vieron obligados a hablarse en castellano puesto que siendo de aldeas vecinas cada uno hablaba un vascuence diferente.
Y mientras la sociedad está tranquila los políticos y sus voceros hablan de las braguetas del rey y de Abalos, del fiscal, de Zaplana, del novio de Ayuso, de Begoña, del hermano músico de Sánchez, y de fútbol, mucho fútbol, muchísimo fútbol…
Resulta tan ridículo hablar de Sanidad, de Educación, de Trabajo, de Vivienda, de Asuntos sociales, de hipotecas y de la cesta de la compra… Resulta tan ridículo…