Nunca fui admirador, del mundo que me toca vivir. Pero tiempo atrás, cuando la Navidad era de dos semanas, con villancicos y aguinaldos, y había una corriente de alegría. O cuando aún se estilaba el saludo, conversar mirando a la cara, ofrecer una ayuda, jugar en la calle, incluso hubo programas infantiles y musicales. Cuando todavía había una conciencia de responsabilidad, sin miedo a disculparse, me permitía tener esperanza, permanecer integrado a pesar del germen que habitaba, donde seríamos insolidarios y priorizaríamos la violencia ante el razonamiento.
Pues en esos años, creía en un cambio, mas no en el que vivimos actualmente. Y seguramente, entre múltiples factores, el despreciar los estudios y la cultura, el para que estudiar si luego no trabajas de ello, como si aprender únicamente fuera para ejercer un oficio y no un desarrollo y crecimiento humano, conceptos apropiados por semi ignorantes, por personas que asemejan bibliotecas, pero no son capaces de aplicar el conocimiento, la verdad de la sabiduría.
Y no es que prioricen el dinero, pues en toda época así fue, sino que viven despreciando, juzgando a los otros, mientras acallan o justifican sus corruptelas. Porque ignoran que la insolidaridad, el egoísmo es ser corrupto. Son los que queman libros.
Aunque lo peor es la inanición del resto, el no defender nada por no tener problemas, dar la espalda a valientes que denuncian injusticias, mientras se ensalzan verdaderos psicópatas. Todo por no saber razonar.
Porque el trabajar podemos hacerlo en cualquier oficio, pero ser persona, ejercer la verdadera libertad, aquella en la que nos desarrollamos, únicamente depende de nosotros, y por ello es importante la historia, la sociología, la verdadera psicología, antropología, pero sobre todo el origen de todo, incluida la ciencia, la filosofía, con todos sus clásicos. Donde no solo ser, sino vivir y vivir en comunidad, nos facilita herramientas.
Pero donde hay partidos con eslóganes como nombre, otros renegando de su fundación, otros mostrando su verdadera intención, seguidores enfurecidos siguiendo consignas sin pensar.
Cuando votan contra sus intereses, por irracionalidad, pues no hay conciencia ni de clase, ni de ningún tipo, elevando a altares el yo supremo, el yo superior destruyendo toda comunidad, nada es más que el inicio del abismo, según mi opinión. Aún cuando hay personas que mantienen rescoldos.
Pero esto lo comencé a leer y escuchar, en los 90, no por pitonisas, sino por estudios científicos, que planteaban este posible escenario.
Por eso yo exijo que paren el mundo que quiero bajarme. Que deseo vivir en islas donde se que no conversaré, al igual que hoy día, donde no es posible conversar, porque la descalificación está presente, pero en mi isla no me sentiré estresado, humillado ni dolido.
Que paren para bajarme, porque quiero disfrutar del amor con mi pareja, de reuniones con mis amigos, de mi familia, pero no en una edulcorada destrucción.
Porque no querer el mundo no supone no desear vivir, y es que vivir deseo, vivir me gusta, y siento que la vida está fuera del difunto mundo.
QUE PAREN EL MUNDO QUE QUIERO BAJARME.