A una parte de la sociedad le resulta vital tener un líder a quien seguir, dada su manifiesta pobreza de espiritu, intentando así evitar vivir a la deriva.
Esto lo utilizan los siempre atentos aprovechados, que siendo unos unos pobres diablos, se aprovechan de los débiles convirtiendode en directores espirituales de almas en pena, en jefecillos de perdidos rebaño y mandatarios de bobeas, que necesitan ser manejados, dirigidos, socorridos y guiados, ante la imposibilidad de vivir orientados por sus propias directrices.
Éstos ídolos son tan efimeros como la dignidad del abducido lo permita.
Son iguales ídolos de gelatina, que a veces pasan de ser adorados, a ser olvidados en apenas un suspiro, tan pronto descubren los abducidos sus penurias.
La suerte de los pobres de espíritu es que muchos de ellos son inteligentes y en cualquier momento son capaces de reaccionar.
El olvido y el ostracismo del mandamás de turno se produce cuando el seducido se sacude el dominio y recobra la lucidez suficiente para ver la realidad.
Al sentirse liberados se niegan a reconocer que se han dejado seducir por un imbécil, rechazando cualquier sentimiento de vergüenza que les haría avergonzarse su fragilidad mental.
Lo curioso de estos ídolos de barro es que se lo llegan a creer de tal modo, que cuando caen en el olvido y en el más absoluto rechazo, entran en depresión y a veces sucumben ante aquella pléyade de aplaudidores, halagadores y aduladores, que de pronto descargan toda su ira sobre el pobre iluso que se creyó el ombligo del mundo siendo lo que fueron siempre.
Y es que la célebre frase de a rey muerto, rey puesto; cobra un enorme valor entre estos grupusculos de personas que deambulan desorientadas hasta encontrar alguien que maneje el rebaño elegido donde pacer en compañía, donde cada oveja tiene una historia que contar y que nadie se detiene a escuchar.
Todo es tan efímero, tan provisional, tan circunstancial, que ya sólo queda presente, aunque el futuro pueda crear la depresión que crea la soledad.
En el mundo de la política tenemos ejemplos como Felipe González, Aznar, Rajoy, Esperanza Aguirre, Rato, Griñán, Chaves o el mismísimo Bono, tan adorados por aquellos sus fans, súbditos y lacayos, como vilipendiados por estos que buscan nuevos cobijos.
Y es que para ser político hace falta ponerse una coraza plúmbea que les proteja de esta caterva de halagadores que ríen, festejan, abrazan y danzan alrededor del ídolo de turno para así disfrutar de las migajas cuando sacudían el mantel de sus palacios y casas señoriales…
Pero es tan embriagador, mareante y acariciante sentirse importante…
Les ocurre a los deportistas, actores, cantantes, políticos, presentadores y personajes mediáticos, que pasan un verdadero calvario, cuando de pequeños dioses de falsos olimpos, pasan a ser unos pobres diablos repudiados por sus fans y olvidados por todos.