Con frecuencia recuerdo lo que me sucedió en un viaje a Madrid con la una peña del Real Madrid.
Recuerdo como uno de los peñistas tuvo que recurrir a pedir ayuda a un guardia urbano para que le indicase por donde se iba al estadio Santiago Bernabéu.
El agente, solicito él, le indicó el camino con todo lujo de detalles.
Al despedirse, el policía le preguntó de qué pueblo era, al ver que la imagen que llevaba en la gorra coincidía con un Cristo muy famoso.
Y el aficionado, muy amable él, respondió con la más absoluta delicadeza:
– Soy de Villa del Valle, para servir a Dios y a usted…
A la salida del partido, ya en compañía de toda la peña del pueblo, se dirigió de nuevo al mismo guardia para preguntarle por donde quedaba la parada de autobuses.
El agente al reconocerle, volvió a preguntarle de qué pueblo era la peña, ya que lo había olvidado. Y el aficionado contestó de forma abrupta:
Somos de Villa del Valle y con muchos cojones…
La anécdota se puede aplicar a todos los que cambian de actitud y de personalidad, si van solos o en cuadrilla…
Y en la sociedad actual esta actitud suele ser muy frecuente.
El individuo cuando se comporta de manera individualizada no tiene nada que ver con el integrante de la manada, del clan, la pandilla, la peña o la comparsa…
A veces lo de que el individuo es sociable por naturaleza suele derivar en que cuando se agrupa se convierte en manada, se transforma en cuadrilla, rebaño o banda de bestias descontroladas…
A veces me sucedió que cuando me encontré por la calle a ciertas horas con un joven, pasé al lado de él sin ningún problema. Si por el contrario va en manada, me escabullo, cambio de acera, e incluso de calle…
El síndrome de la manada siempre hay que tenerlo en cuenta, ya que un tío solo no se atreve casi nunca a hacer cualquier barrabasada, a no ser que se crea superior por sí solo, contra una mujer, contra un niño o contra un anciano, nunca con alguien al que le pueda responder.
El cobarde solo ataca cuando se cree superior, ni siquiera cuando las fuerzas están repartidas, o igualadas.
En el momento que el cobarde se cree superior, ataca a la presa sin piedad. Y si el energúmeno se une en manada, entonces se convierte en una jauría.
Cuando el cobarde ataca en grupo, lo mejor es tener la fortuna de acabar con uno de ellos. El resto saldrá de estampida con el rabo entre las patas como corresponde a los mansos.
Y todo viene como consecuencia de la apertura de festejos de todo tipo, como ferias, verbenas, conciertos… Y a las puertas, los Sanfermines, donde se dan todo tipo de alertas y en donde el alcohol, los mandos y los machos se unen para protagonizar cualquier barbaridad.
Los machos sueltos constituyen un peligro y hay que rodearse de todo tipo de precauciones, porque aquello de ir sola y borracha de madrugada representa toda una temeridad. Claro como ellas, las que propugnan tales mensajes van en coche oficial…