No señores, no estoy obsesionado con los políticos, ni les tengo una animadversión enfermiza, ni tan siquiera una manifiesta antipatía. Nada, me importan un bledo, aunque de vez en cuando me apetezca ponerles a caer de un burro puesto que de alguna forma inciden en nuestras vidas.
Lo que a veces me subleva es que esta gente trate de arreglar mi vida después de que este que suscribe haya sido autosuficiente más de ochenta años, a pesar de ellos y del general.
Primero tuve que aguantar toda una dictadura, desde el primer día de su implantación hasta el último día.
Desde el primer día del mandato del general, hasta el mismísimo momento de su defunción, que por cierto ocurrió en su cama cuando ya había cumplido 82 años, más joven de lo que yo soy en la actualidad.
Como dato a tener en cuenta Pedro Sánchez, el aguerrido adversario de Franco tenía 3 añitos de edad, aunque a veces nos hable de él con una ligereza impropia de quien no le padeció, ni soportó.
Y dicho esto, no se caracterizan lo partidos políticos como un remanso de paz, donde los miembros, que ellos llaman el «aparato del partido», sean un dechado de lealtad y fidelidad.
La realidad es que se pegan entre ellos puñaladas traperas de padre y muy señor mío.
El comportamiento que exhiben estos paseadores de pasillos, visitadores de despachos y mullidores de arengas, me produce una pena inenarrable, porque nada de lo que hacen se debe a la reacción de nobles sentimientos, sino de incontrolables ambiciones personales. Los miembros de sus ejecutivas se muestran siempre alerta, en constante vigilia, defendiendo cada uno su posición, mientras ansían ocupar la posición de su vecino, que no compañero.
Estas curiosas formaciones no tienen en sus comportamientos la lealtad, la fidelidad, la solidaridad, el respeto y el afecto.
Por contra, en los partidos políticos la lealtad y la fidelidad sólo se halla entre sus militantes y simpatizantes, que demuestran elección tras elección una inquebrantable adhesión, no sé si digna de admiración, de estudio psicológico de hooligans futbolero.
Ya pueden sus líderes cometer cualquier atrocidad, desmán o delito, que ellos continuarán erre que erre, disculpándolo todo, perdonándolo y olvidándolo todo. Su adhesión es absolutamente inexplicable. Nunca lo entenderé.
Es el amor ciego, el cariño a prueba de bombas, el irracional afecto, la pasión por encima de la razón…
Ya pueden los líderes de turno meter la pata, la mano, el cazo o cuantas acciones punibles les vengan en ganas, que en las urnas sus rendidos fans siempre depositarán la misma papeleta. Sí, mi amo.
Y lo harán tapándose la nariz, entre arcadas, mirando para otro lado, o engañándose a sí mismo.
La fidelidad de sus rendidos servidores es tan grande, que bien podría considerarse como un voto religioso, como un juramento de honor, como el hermanamiento de sangre, aquella liturgia en la que tras cortarse las venas de las muñecas dos amigos mezclaban sus sangres.
En unas semanas. ya en pleno otoño en las sedes de los partidos empezarán todo tipo de escaramuzas, ruido de sables, disputas, intrigas, componendas, mercadeo…
Aparecerán dos tipos de comportamientos, los que presentan los políticos amateurs y los profesionales.
Los amateurs formarán listas donde sólo habrá cierta lucha en la cabecera, es decir en los puestos para las alcaldías y vicealcaldías, el resto tendrán que echar mano de familiares y amigos que aceptarán por compromiso, sin tener ni idea de por qué y para qué se presentan, total para lo que van a cobrar…
Si acaso las medallas de plata y bandas caribeñas de la corporación, otros se enrollan palentinas para lucirlas en todo tipo de eventos institucionales.
Es por esto que para mí, ni agradecido ni pagado, es más, la posible autoridad de estos «políticos» por accidente la pongo en cuarentena.
Luego para las listas regionales y nacionales para profesionales, eso ya es otro cantar, eso son palabras mayores, ahí ya hay buenos sueldos, dietas, kilometrajes y otras gabelas que sirvan para llenar la nevera.
Y puestas así las cosas, a partir de enero empezará la particular berrea, con tiempo suficiente, en donde los ejemplares más fuertes dirimirán un liderato que les garantice años de aparente calma chicha. De momento aún tienen margen de maniobra
El problema se presentará cuando tengan la necesidad de pactar varios partidos políticos para repartirse el poder, ahí el ruido de sables derivará en onomatopeyas de mamporros, castañazos y soplamocos.
Y puesto que mi animadversión no me ofusca la razón, tengo que reconocer que a lo largo de mi vida he conocido a personas que se han dedicado a la política de manera honrada, generosa, eficiente, honorable y efectiva, distrayéndole tiempo de dedicación a la familia, al trabajo, al asueto, a su economía y al descanso, sin más gratificación que su compromiso con la sociedad, a estos mi reconocimiento, gratitud y admiración.