Nosotros los “octononagenarios”

En aquellos años cuarenta nadie regalaba nada, porque los que nos removíamos en la clase media teníamos pocas puertas a las que llamar y nada que nos pudieran ofrecer.

Sabíamos que tras las puertas que nos podrían conducir al abastecimiento básico y vital sólo se encontraba gente que luchaba por lo mismo.

Nosotros, los de la sufrida clase media sólo teníamos la idea de poder soñar con un futuro donde no hubiese cartillas de racionamiento, economatos, ni estraperlos, porque entonces vivir de ilusiones era una magnifica manera de vivir pasando hambre. Me detengo para que cada uno defina el hambre según sus apetencias.

Y es que la realidad era la que nos permitía un afán de superación fundado en un golpe de fortuna.

La gente de aquellos años solo teníamos el orgullo justo para pasar el día sin tener que perder la dignidad, y la lengua contenida para no agravar las cosas con alguna inconveniencia.

Entonces la gente el miedo lo llevaba de serie. Era el profundo temor que producía contemplar la ruina en la que se encontraba aquella España de aquellos años cuarenta que nos sirvió de antídoto a los “octononagenarios” que a estas alturas ya estamos curados de espanto.

Entonces no había manuales de resistencia, ni cadenas de TV donde los anuncios representan el adoctrinamiento al que nos somete el gobierno de turno. Al fin, el adoctrinamiento de siempre con ideas distintas.

Nosotros, aquellos que vivimos los años de la posguerra sólo teniamos una obsesión, que los meses tuvieran veinte dias para así poder llegar a fin de mes sin deber nada a nadie.

Era la época donde el pan blanco era un artículo de lujo, no como ahora que el lujo está en el pan negro de afrecho, donde la harina de trigo se cotizaba más que la de centeno y la de almortas era la que saciaba más, por la dificultad que entrañaba su digestión.

Nosotros, los octononagenarios tuvimos que confeccionar nuestro particular «Resistiré» antes que el Dúo Dinámico hiciese la primera comunión.

Ahora nosotros, con un panorama bélico en Europa de al menos dos frentes, solo tenemos que aguantar a esta tropa de pelagatos que habiendo obtenido el favor de sus gentes viven como Dios siendo ateos.

A ver que nos regala el destino… pero ahora con el carro de Mercadona lleno hasta la bandera.

Por tal motivo, este nuevo estado de total incertidumbre nos trae esta nueva situación de vivir al día soñando un futuro mejor, aunque nuestro futuro, el de los octononagenarios, se queda en la cantidad de suspiros que nos queda.

Al final, todos tendremos ocasión de demostrar que hemos aprendido a vencer periodos, pero no a parar al tiempo, porque nuestra capacidad de adaptación ha sido determinante para destilar fuerza donde solo había debilidad.

Nosotros, los veteranos de los años cuarenta del siglo pasado hemos aguantado y hemos salido airosos, y si nos recogemos e indagamos en nuestra intimidad, lejos de sentirnos vencedores de nada, sí somos supervivientes de todo.

Hemos tenido la oportunidad de ver como muchos se arruinaron, fracasaron, se quedaron sin trabajo, sin ahorros. Se quedaron solos porque hasta la ilusión y la esperanza se fueron de su lado.

Y ahora, mientras el cuerpo aguante, seguiremos aferrados a la vida, aunque nuestros asideros se estén derritiendo, nuestras tablas de salvación se hayan desmoronado y nuestra suerte parece tambalearse.

Y es que nosotros, los octononagenarios, tenemos la inmensa fortuna de no detenernos ante ningún dolor, porque allí donde nos toque el médico allí nos duele, sin dejar de dolernos donde no nos tocan.

Enrique García-Moreno Amador

Presidente del Ateneo de Ocaña

Escritor y amante de Ocaña y su historia

Tags: El Atril de Enrique García-Moreno

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Enrique García-Moreno Amador

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