No pidas a quien pidió ni sirvas a quien sirvió

Eso es lo dice el refrán y cómo casi todo el refranero español, algo de razón lleva.

Si hubiera sido rico, de entre todas mis apetencias posibles, no tendrá criados, sirvientes ni mayordomos, tal vez por ser fiel a mí pretensión de preservar la máxima intimidad.

Los criados eran aquellos sirvientes que los ricos tenían para todo tipo de faenas y los mayordomos, eran también sirvientes, pero de alta alcurnia.

Los primeros, de ademanes toscos y rurales, pero fieles a carta cabal y los segundos, igual de serviles, pero refinados, ceremoniosos exquisitos y no tan fieles, ni discretos, ni leales. Aunque es verdad que había de todo.

En aquellos tiempos donde las clases sociales estaban tan marcadas, los «señoritos» por una miseria se permitían el lujo de tener criados, muchos de ellos viviendo en condiciones poco dignas, a veces por el sustento de la familia y poco más.

Una de las películas españolas que retratan bien a los criados ha sido aquella de, «Los santos inocentes».

La nobleza, banqueros y grandes empresarios, gustaban más de los mayordomos, como signo de distinción y poder.

La proliferación de criados, sirvientes y mayordomos constituyó un mercado laboral donde se daban todo tipo de circunstancias en aquella España donde la «gente de bien» se aprovechaba de la miseria mientras se daban golpes de pecho los domingos en misa de una como preludio al vermú. Las apariencias obligaban a hacer alarde de alto nivel social a través de exhibir un elevado poder adquisitivo.

El problema llegaba cuando criados, servidores y mayordomos eran despedidos porque el señorito se endeudada hasta las trancas. Entonces el servicio cantaba por peteneras, poniendo en la intemperie las intimidades y miserias de sus «amos», que no pasaban del consomé de ave y un huevo pasado por agua por todo alimento.

Y esto es lo que está ocurriendo hoy con estos «nuevos mayordomos» de los líderes políticos. Mayordomos que le llevan la cartera a sus arrogantes líderes. Son los chicos para todo, la «trepería», los «pesebreros»…

Directores generales, consejeros, secretarios, asesores, servidores, adjuntos, chóferes…, todos son fieles a sus «amos» hasta que sus señores prescinden de ellos, o los mayordomos quieren más poder y más sueldo y salte por los aires una relación cogida con alfileres.

Entonces empiezan los chantajes, las amenazas, las negociaciones, los chivateos, las traiciones, las reyertas…

Y como condena el purgatorio del grupo mixto, la expulsión del partido, el juicio sumarísimo, la comisión de conflictos, la etiqueta de apestado y por último, si la cosa va más, investigado, juzgado, condenado y reo, aunque siempre tienen la gracia de ser amnistiado y colocado en algún puestecito.

Enrique García-Moreno Amador

Presidente del Ateneo de Ocaña

Escritor y amante de Ocaña y su historia

Tags: El Atril de Enrique García-Moreno

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Enrique García-Moreno Amador

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