Miles de mesías preludio de falsos dioses

En una sociedad a la deriva proliferan los profetas, los mesías, redentores y salvadores, donde los ídolos están por encima de las ideas y los héroes aparecen y desaparecen en las telecharcuterías.

Los mesías de nuevo cuño suelen ser un bluf, una fugaz aparición fantasmagóricas, ánimas encantadas que tras levantar falsas expectativas, se apagan y se diluyen en el tiempo dejando víctimas por doquier.

Los hay que se quedan pegados al foco incandescente, como esas mariposas, esas polvorillas que al arrimarse tanto a la luz terminan abrasadas deslumbradas por su propio aura.

Los mesías forman parte de una ilusión, de una esperanza, de una quimera, de un sueño, de una necesidad, de una puesta en escena fraudulenta, de un lanzamiento, de la necesidad del débil…

Luego la realidad los líquida, los fulmina, los aniquila y el santón de carton piedra decorado con purpurinas, desaparecen dejando tras de sí tristeza, desolación, desencanto, ruina y devastación, para de inmediato ser sustituido por otro.

Los profetas se suceden ante la ansiedad mesiánica de una sociedad necesitada de guías espirituales, de directores doctrinales, de predicadores y charlatanes que predican buenas nuevas, prometen cielos y reviven esperanzas mientras sacian sus más primarios apetitos.

Es la vieja y sempiterna necesidad de agarrarse a un clavo incandescente como única tabla de salvación ante tanta frustración, tantas calamidades, tanto infortunio y tanta desesperanza.

Los mesías suelen causar enormes rechazos porque ellos no vienen a salvar a nadie, salvo a ellos mismos.

No vienen a dar, sino a abastecerse a costa de los necesitados.

No vienen a ofrecer sino a pillar todo lo que se les ponga por delante.

Para muchos, los mesías en política son estrellas fugaces a las que les lanzan un deseo inalcanzable que sirve para engañarles un instante sin dejar ninguna estela que les delate.

Se ha abierto la veda y los ídolos aparecen por doquier, aunque los líderes, lideresas y cantamañanas se hallen inmersos en su verdadero y único afán, vivir entre tules y sahumerios a costa de los débiles, los inseguros, ilusos y desprotegidos.

Enrique García-Moreno Amador

Presidente del Ateneo de Ocaña

Escritor y amante de Ocaña y su historia

Tags: El Atril de Enrique García-Moreno

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Enrique García-Moreno Amador

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