Mi sobrino el ingeniero

Los militantes que desean ignorar lo que ocurre en sus partidos representan a los que desean vivir en la inopia, lo que no deja de ser una peculiar forma de vivir.

Son aquellos que estando abducidos por un ser superior llamado líder se sienten plenos y satisfechos con todo lo que le salga de sus entresijos.

Lo mejor que saben hacer los militantes es volverse de espaldas y negarse a ver la realidad de lo que acontece en las sedes de sus partidos, auténticos santuarios de gurús y cantamañanas, mientras el líder espiritual y su aparato, séquito de aplaudidores y halagadores se mueven a su antojo.

Es la servidumbre del fanático, que sigue el comportamiento de las mujeres de vida alegre y disipada, que cuánto más les pegan sus chulos más los quieren. ¿?

Es la postura del que queriendo justificar su extremada dependencia se repite a sí mismo: Yo no quiero saber nada de nada. A mí todo me da lo mismo. Yo a mis jefes les seré fiel hasta después de la muerte porque soy leal hasta no poder más. A mí no me echan del partido ni con agua caliente. Mi vida por mi líder…

Es como esconder la cabeza bajo el ala como único medio de no sucumbir a la depresión que les causa su docilidad, servidumbre y obediencia a ultranza.

En España continuamos creyendo que la ignorancia nos evita tener que enfrentarnos a quienes nos tienen abducidos por falsas ideologías, por credos caducado y añejas doctrinas.

Gracias a la ignorancia generalizada los españoles se liaron a tiros  hace 88 años y no siguen en su barbarie porque muchos no se acuerdan por qué mataron o se dejaron matar.

Gracias a la ignorancia han conculcado nuestros derechos y pisoteado nuestra condición de ciudadanos durante buena parte de nuestra historia.

Los políticos de todas las épocas nos quisieron ignorantes, porque la ignorancia es el asidero  de los mandatarios que nos quieren rendidos a sus pies tras hacernos un vaciado mental y dejar a la intemperie la dignidad.

No hay nada que hacer, mientras haya roña habrá piojos satisfechos y liendres perniciosas.

Muchos presentan signos de marcada ignorancia, hasta que empiezan a sentir los primeros síntomas de asfixia y desean conocer la verdad, aunque cuándo esto ocurre ya es demasiado tarde.

Muchos credos, doctrinas, ideologías y religiones se basan en mantener ignorantes a sus fieles, a cambio de ofrecerles amparo espiritual, ideológico y doctrinal.

Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas, ni todos conocemos los mismos hechos, tal vez porque quisimos seguir bebiendo de fuentes contaminadas, condenándonos así a no poder beber aguas turbias.

Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que se debiera saber, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no se debiera saber.

Y siendo esto un pensamiento filosófico no deja de ser el principio máximo de nuestra existencia.

La ignorancia aceptada como modelo de vida se basa en el popular adagio de ojos que no ven, corazón que no siente.

Decía el Rey Sabio, que los cántaros cuanto más vacíos, más ruido hacen. Y en eso se basan los siempre ruidosos vociferantes, hacer mucho ruido para encubrir su «vaciedad» de ideas.

En cierta ocasión un amigo mío me dijo todo enfadado:

Como no voy a saber de construcción de puentes teniendo un sobrino ingeniero.

Es lo que le ocurre a los militante de base que creen que los líderes y ellos son compañeros por ser de la misma «familia».

No  se dan cuenta que mientras  unos viven en palacios, los otros viven en pisos de alquiler.

Enrique García-Moreno Amador

Presidente del Ateneo de Ocaña

Escritor y amante de Ocaña y su historia

Tags: El Atril de Enrique García-Moreno

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Enrique García-Moreno Amador

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