Los líderes de los partidos políticos se empecinan en dividir a los ciudadanos para así obtener con suma facilidad pingües beneficios, dando así sentido al viejo adagio de «divide y vencerás».
Y aquí nos encontramos, divididos en dos porciones, que no mitades, los de izquierdas, los de derechas, los que no somos de nada y todos listos para el sacrificio ideológico con los que completar las porciones hasta obtener la mitad y un poquito más. Y es que nosotros, los que no somos de nada, al final pagamos el pato o el faisán.
A través de estos años, esta peculiar democracia española ha logrado que nos hayamos despojado de las costumbres de antaño, que es como liberarse de estar prisioneros del pensamiento único.
La gente ha roto las ligaduras que le ataban a las siglas de un determinado partido político que le fidelizaban de por vida.
Eso de permanecer fieles e inamovibles a un único pensamiento ya es cosa de otros tiempos, pero no, la cosa sigue.
Pertenecer a un partido político de por vida ha terminado por resultar asfixiante, frustrante, aburrido, denigrante, tedioso y agobiante, por una razón, porque ni el logo de los mismos ha logrado permanecer en ellos con la intención que fuera concebido. Recordemos, gaviota por cormorán y rosa por capullo cubista. El puño y la rosa con estilo picassiano y la gaviota del principio por un ave indefinida…
Ni que decir tiene que la ideología también ha experimentado cambios sustanciales. Ni el PSOE de hoy es el que fue, ni el PP tampoco lo es, aunque nunca tuviera ideología propia.
Hasta la Iglesia Católica, inmovilista por tradición, ha introducido grandes cambios para mayor confusionismo de todos.
Tenemos ejemplos muy significativos en ella, que seguro todo el mundo conoce. Todo lo que atare el hombre en la tierra… no solo se desata, sino que se anula y se borra del libro parroquial…
Lo del Limbo y el Purgatorio ya es como el hombre del saco, un cuento amable para catequistas. Ya, ni limbo, ni purgatorio, lo ha dicho Francisco…
Mantenerse fieles y leales a quienes usan esa fidelidad para luego ser burlados, no merece mayores comentarios.
¡Ay! ¡Pero qué crédulo sois!
Mantenerse fieles a una causa que produce esclavitud, dominio y sumisión, no resulta muy gratificante a las personas que aman la libertad por encima de la vida.
Es por esto que los que nos quieren atar a sus doctrinas, lo que en realidad pretenden es tener ciudadanos serviles, obedientes, conformistas, genuflexos y sumisos.
¿Cómo se puede tener atada una sociedad dos mil años después? ¿Es que el progreso se puede detener? ¿Es que las diferentes civilizaciones no han dejado ninguna evolución? ¿Solo revoluciones?
Hoy, la espita que mantiene abierta esa mínima parte de la sociedad que se manifiesta como independiente, es la que nos procura seguir respirando aire sin contaminar, al mismo tiempo que nos permite no tener que tragar sapos y culebras.
Somos los independientes, relativistas y escépticos, los que pertenecemos a esa maravillosa y selecta minoría, que rechaza la posibilidad de que cada mañana nos llenen la cabeza de pajaritos para una vez entretenidos en sus trinos, encontrarnos sin opinión, pensamiento, ni ideas.
Los partidos políticos, otros que tal bailan, exigen a sus correligionarios sumisión, lealtad y fidelidad, a cambio de hacerles disfrutar de triunfos ajenos, y sentirse partícipes de un poder del que los simpatizantes jamás podrán disfrutar, por una razón, porque el militante no tiene poder, disfruta del espejismo que representa el poder de sus jefes.
El trigo para los jefes y las ideas para el pueblo.
Los césares romanos ya lo pusieron en práctica hace 2000 años y en ellas seguimos… Dos mil años para que nada cambie…
En España se pasó de una singular dictadura militar a una dictadura civil. De una dictadura sin urnas a otra con ellas.
Y para entender un poco lo que está pasando, basta analizar los resultados que se acaban de dar en Cataluña, hasta hace poco la región más avanzada de España, la más europea de todas, hasta llegar a ser lo que acaban de mostrarnos las urnas, un auténtico galimatías, más propio de las elecciones para delegado de curso de alumnos de la ESO, que la de un pueblo que desea caminar a su ritmo.
No hay nada que hacer y no son los partidos políticos, ni los dirigentes los culpables, ellos son inocentes, tan inocentes como simples. Somos nosotros los causantes de semejante esperpento, la sociedad inerme, la sociedad inerte, la sociedad pazguata, la sociedad hueca.
Como diría la ministra comunista colibrí de Trabajo Ajeno: La gente no se da cuenta que los catalanes están haciendo cosas chulísimas.