Acabo de realizar un viaje “CULTURAL” a la provincia de Álava, con MUNDOSENIOR que es un operador de turismo social en España, este viaje se presentaba como una oportunidad para explorar y disfrutar de la cultura en un entorno diseñado para jubilados. Sin embargo, la experiencia resultó ser una decepción en varios aspectos que merecen ser analizados.
En primer lugar, la promesa de un viaje cultural se vio rápidamente desdibujada por la naturaleza de las actividades programadas. La mayoría de las visitas se limitaron a iglesias, lo que, aunque puede ser interesante para algunos, no constituye una oferta cultural variada ni enriquecedora.
La falta de diversidad en las actividades hizo que el viaje se sintiera monótono y poco inspirador. La cultura, en su sentido más amplio, abarca mucho más que la arquitectura religiosa; incluye la gastronomía, la música, el arte y las tradiciones locales, aspectos que fueron prácticamente ignorados en el itinerario, y en este caso lo tenían fácil porque estábamos en el lugar de España donde mas bodegas hay que permiten hacer una visita ilustradora del sector vinícola , su cultivo y su elaboración.
Además, la organización del viaje dejó mucho que desear. Las actividades se llevaron a cabo de manera apresurada, como si se tratara de un recorrido turístico estándar en lugar de una experiencia diseñada para un grupo de jubilados. La falta de flexibilidad en el horario y la rigidez en la programación generaron un ambiente de poco interés entre los participantes. La sensación de estar en un «golpe de pito» constante, donde todo debía hacerse de manera rápida y sin espacio para la reflexión o el disfrute, resultó agotadora.
Un trato aparte hemos de dar a la calidad de la comida. La oferta gastronómica fue extraordinariamente monótona y de escasa calidad, lo que es especialmente decepcionante en un viaje que debería haber celebrado la riqueza culinaria de la región visitada. La imposibilidad de realizar cambios en los menús, a pesar de las preferencias y necesidades dietéticas de los asistentes, refleja una falta de consideración hacia un grupo que, por su edad, puede tener requerimientos alimentarios específicos. La rigidez en este aspecto no solo es un error logístico, sino que también deshumaniza la experiencia del viajero, convirtiéndola en una mera rutina.
En resumen, el viaje con MUNDOSENIOR fue una experiencia que no cumplió con las expectativas de un TURISMO CULTURAL enriquecedor. La falta de planificación adecuada, la rigidez en la programación y la calidad escasa de la comida contribuyeron a una experiencia que se sintió más como una obligación que como una oportunidad de disfrute y aprendizaje.
Entiendo que para un operador que se dirige a un público jubilado, es fundamental ofrecer una experiencia que no solo sea accesible, sino también enriquecedora y respetuosa con las necesidades y deseos de sus viajeros. Sin estos elementos, el turismo social corre el riesgo de convertirse en una mera formalidad, desprovista de la esencia que debería caracterizar a cualquier viaje cultural y que se agrava por la falta de inspección del estado ante los operadores y no es baladí decir que este ha sido un viaje excepcional en su contenido porque consultado con otros viajeros anteriores se ha movido por idénticos parámetros de diseño, es decir que los pensionistas somos buenos para aportar nuestros impuestos al P.G.E, pero somos innecesarios para disfrutar de los beneficios sociales del estado cuando los haya (porque ahora no los hay).