Está claro que Halloween gana a Don Juan Tenorio por goleada. Nada que hacer, hemos perdido…
Ante las enormes dificultades para ver un año más la obra de Zorrilla, fuera de cartelera en los principales teatros, he tenido que conformarme con releerla y como siempre, sigo descubriendo matices, giros, guiños, recursos, vocabulario…, en esta joya literaria, prodigio del Castellano más académico y del ingenio más refinado.
Y siempre me quedo extasiado ante la escena del sofá, donde Don Juan a través de su lenguaje envolvente, verbo fácil, pleno de galanura, pose arrogante, sutil adulador, rico en lisonjas y generoso en promesas, termina con el fortín de pudor y castidad que Doña Inés ha levantado en su derredor, en su férrea disposición virtuosa de la virginal doncellez que hoy sirve de rechifla a las jovencitas de doce años, edad en la que las últimas estadísticas se pierde la virginidad en esta España «super guay» donde la precocidad sexual prima sobre la precocidad cultural y moral.
Al final Doña Inés, ante el acoso de zafio romanticismo, traiciona su sólida fe y rocosa vocación, para al fin sucumbir sin reservas por la debilidad de tener oídos débiles ante la lisonja y el halago.
Nos encontramos ante una aparentemente frágil doña Inés, que sintiéndose vencida, se abandona en los brazos de su depredador, hipnotizador y embaucador.
Y cuando recién he terminado de releer la siempre sorprendente obra, ahora con la intensidad que me permite este apacible otoño me posibilita una lectura más atenta y me anima a disfrutar de la Literatura, porque ya no me interesan otros hobbies.
Acabo de encender el televisor para oír las últimas noticias y veo cómo sigue vigente la «otra» representación de Don Juan Tenorio, donde los Donjuanes son los líderes de los distintos partidos políticos y los Doñaineses son los seguidores, fans, simpatizantes, afiliados y fieles en general, que con los ojos entornados, la boca entreabierta, los brazos lánguidos y la cabeza levemente inclinada, esperan el apasionado beso de los burdos, catetos, toscos y mediocres Donjuanes que posibilitan la pronta rendición y entrega, listos para tomar a las confiadas presas, entre las suaves palabras de los irresistibles galanes, que esperan impacientes consumar el ya más que deseado coito político.
Los rendidos fans se embriagaran de edulcorados elixires amorosos… para al fin caer cual enamoradas doncellas en el tálamo donde se consuman finalmente los ardores de sus desordenados anhelos.
Y ahora los Doñaineses una vez poseídos, muchos se sentirán burlados, desvencijados y deshonrados, mientras los Donjuanes vuelven con sus cónyuges habituales en sus palacios de invierno. Otros en cambio se sentirán satisfechos aunque hayan tenido que consumir kilos de vaselina.
Muchos Doñaineses quedarán satisfechos, mientras otros se sentirán víctimas de otro «coitus interruptus», incluso gatillazo, porque se dieron cuenta que Don Juan era un tramposo transvestido.
Llegará el día que los Donjuanes serán Doñaineses y viceversa.
Mañana releeré el «Lazarillo de Tormes» a ver qué políticos actuales me recuerdan al pillo o al ciego…