Hace unos días, estaba realizando senderismo por un lugar muy conocido en mi país, de repente note que en mi ropa tenía rastros de una planta pegajosa; trate de quitarla y en el intento por desprenderla de mi pantalón note que me lastimaba las uñas y la piel y, aparte de esto, dejaba un color verdoso en la ropa difícil de quitar. Investigando, el guía de la caminata me informa que esta planta tiene como nombre pega-ropa (científicamente, mentzelia híspida), no se adhiere a la piel de los humanos, pero sí a las fibras de la ropa, de la cual es muy difícil de despegar debido a que está dotada de tricomas híspidos que la recubren totalmente. Es tan fuerte que logra inmovilizar un murciélago y su efecto pegajoso es debido a que usa diferentes medios de transporte para la procreación vegetal.
En ese momento, mi imaginario empieza a construir y me trae a la mente las veces que he tenido que estar cerca de personas llenas de “quejas”, esas personas que necesitan de otras para que su falta de argumento tenga validez. La “queja” cuando trasciende suele ser como la pega-ropa, se pega de una persona a otra, convirtiéndose en un hábito difícil de desaparecer. Un estudio realizado con plantas por el terapeuta Dr. Bader, descubrió la similitud de estas con el cuerpo humano, afirmando que: “El cuerpo humano es muy similar a una planta que chupa y absorbe la energía necesaria para alimentar su estado emocional”.
Y como la mentzelia híspida que se adhiere a nuestra ropa y es tan difícil de quitar, así mismo pasa con la queja. Las personas que tienen esta manía de quejarse con frecuencia logran despertar una consideración especial en los demás, debido a que les conceden una escucha atenta y alguno que otro privilegio. Expresiones como: pobrecito, no puede ser que te pase esto, que difícil te toca, etc., le deja ver que usted mordió el anzuelo y, por lo tanto, siempre que necesite exteriorizar sus sentimientos y pensamientos negativos para no hacerse cargo de la situación, lo buscará para encontrar esa validez. Tenga en cuenta que el quejoso ya tiene un estilo de vida, por lo tanto, mental y emocionalmente se auto-condiciona para estar atento a todo lo malo que encuentre en el camino.
Pero… ¿qué es la queja?
Es muy normal que una persona exprese un dolor físico, un dolor emocional o una situación difícil de manejar que le invade. Expresar la insatisfacción en un momento como este le ayuda a liberar parte de la carga emocional que está viviendo. Sin embargo, existe la incesante manía de quejarse, la parte más negativa de toda expresión de aflicción, ya que la queja no solo afecta a la persona que se queja, sino también a su entorno.
La neuroplasticidad juega un papel muy importante en este comportamiento, debido a que el cerebro tiene la capacidad de cambiar para adaptarse a la experiencia. Es decir, nuestro comportamiento puede generar cambios en nuestro cerebro, reforzando o debilitando los circuitos cerebrales dedicados a una acción determinada. Se ha comprobado que la queja refuerza los circuitos cerebrales del pensamiento. Estos circuitos se hacen más fuertes y rápidos con la práctica hasta el punto de que pueden llegar a convertirse en comportamientos automáticos.
La queja es parte de una estrategia inconsciente de autocomplacencia, un recurso que es utilizado por individuos que tienen fuertes sentimientos de culpa y quieren probarse así mismas y al mundo que culpables no son, más bien víctimas. Tienden a construir la imagen de alguien que está sufriendo mucho para que las demás personas pasen por alto sus errores. Los teóricos la ven como un mecanismo de manipulación donde se le da protagonismo a la insatisfacción, los problemas y las dificultades a favor propio. En esta situación, la queja les brinda atención y los pone a salvo de los cuestionamientos.
¿Cómo podemos comunicarnos y/o relacionarnos con personas que se quejan constantemente?
Tratar con una persona quejosa no es una tarea sencilla. Los quejosos son personas tóxicas, que contaminan el ambiente y la comunicación se convierte en un desafío, por lo tanto, debemos estar atentos a sus señales. Por ejemplo:
- No se apresure a responderle.
- No le de consejos.
- Escuche de forma activa y consciente.
- Marque límites en la conversación.
- Valide qué busca esta persona que se haga con su queja.
- Mantenga siempre una conversación constructiva.
- Haga uso de su sentido del humor para que le guíe en ver lo positivo de la situación.
- Celebre cuando diga algo positivo. Refuércele.
- Guíela para que adopte una actitud más proactiva y aplique alguna herramienta de resolución de problemas.
- Hágale preguntas incomodas: ¿Qué ha hecho para solucionar esta situación? ¿Qué opciones ha probado? ¿Qué piensa hacer al respecto?
- Sugiera que busque ayuda psicológica.
Cuando una persona se queja constantemente y se encuentra con una actitud donde no hay conexión con su queja, lo más probable es que deje de verlo como una persona sobre la que pueda descargar su frustración. Es importante protegerse de las conversaciones que traen malestar emocional y comprender que usted no puede ser responsable de las decisiones o indecisiones de los demás. Usted siempre tiene derecho a parar algo que no le guste.
“La incesante manía de quejarse puede ser tanto, un mecanismo de manipulación como una imposibilidad para hacerse responsables de las circunstancias”
2 comentarios. Dejar nuevo
Muy buen artículo; este tipo de personas, a mi me parecen inclusive tóxicas. En mi opinión, no debemos dejarnos contagiar ni contaminar con ese tipo de actitudes.
Muy interesante el artículo, gracias por esta lección de vida que me refuerza com personas independiente, libre y originalmente única.