Nos conocen tan bien, nos han estudiado tan a fondo, que se han dado cuenta que está sociedad ha llegado a tan ínfimo nivel, que no dudarán en manejar nuestras vidas a su antojo sin experimentar ningún rubor.
Es como si nos hubiesen hecho un lavado de cerebro, nos hayan hecho el vacío y lo hayan llenado gachas manchegas.
Da la impresión que esta sociedad haya sido trasladada a aquel «Mundo feliz» que ya anunciara Aldous Huxley hace muchos años en su magnífica novela.
Un mundo donde hasta pensar lo hacen por nosotros para que no realicemos el menor esfuerzo intelectual, ni padezcamos la menor jaqueca.
Nosotros solo tenemos que tragar y después entrar en letargo mientras hacemos la digestión.
Ellos saben cuáles son nuestras limitaciones, nuestro talón de Aquiles, nuestros gustos y aficiones y, sobre todo, nuestra nula capacidad de reacción ante cualquier atropello, abuso o imposición.
Ellos nos saben vencidos, entregados, derrotados, adormilados, domados y entregados.
Ya ni sentimos, ni padecemos; aguantamos carros y carretas hasta hacernos unos insufribles consentidores de todo lo que quieran hacer con nosotros sin oponer la menor resistencia…
A veces pienso que esta marabunta de políticos, zafios, malencarados, hipócritas, y burdos que nos ha tocado padecer, saben, están seguros de tenernos dominados, amedrentados, asustados, obedientes y acorralados.
Por no querer, nos quieren mudos, sin opinión, sin la posibilidad de criticar, ni respirar sin su permiso.
Los tres poderes del Estado, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, deberían ser independientes, por lo que los tres deberían gozar de una absoluta autonomía, pero eso es solo una ilusión, porque los ciudadanos hemos aprendido a sobrevivir sin la independencia de estos poderes y en su sustitución una nueva dictadura vestida de paisano, palabrería hueca, incontinencia verbal y administradores por la cara de una democracia de venta en bazares orientales.
Ocurrió que desde hace años se empezó a hablar de un cuarto poder, el que se le concedió a la Prensa, en clara alusión a la importante influencia que tienen los medios para crear opinión, y este se ha convertido en un poder extremadamente poderoso.
Esto de que un cuarto poder pueda dominar, criticar, controlar y hasta vencer, es muy difícil de asimilar por una clase política dispuesta a comprar a cualquier precio con el dinero de sus súbditos.
Pero no acaba aquí la cosa, ya que ha nacido un quinto poder, que está resultando tremendamente poderoso, es el poder que ejercen las redes sociales. Redes sociales tomadas por los mayordomos de los señoritos que dictan las leyes en el boletín de decretos, ordenanzas y dictámenes.
Solo tienen que ver cómo los políticos se dirigen a nosotros, sus lacayos, a través de Twitter o Instagram con el mayor desprecio.
Hasta sus peleas, reyertas y agarradas las hacen vía Twitter como parte de su peculiar y burda pelea de gallos.
Así que, si con los tres poderes no tienen bastante, ahí están las televisiones públicas, semipúblicas, subvencionadas y concertadas.
Es cómo volver a tiempos de la oprobiosa, pero con otros censores, con otros gerifaltes, con otros directores espirituales…
De aquella bella mujer vestida con una tenue túnica insinuando sus encantos, que se cubría los ojos con un pañuelo, que portaba una balanza en una de sus manos y una espada en la otra, a la imagen actual, los de mi edad nos quedamos con aquella.
No sé si porque nos gustaba más la Justicia en sí, o la señora que la representaba. Es como si esta señora vistiera hoy con chupa, vaqueros y bambas de marca blanca y como equipaje una mochila llena de ideas del Che Guevara, Castro, Maduro y Chaves…
¿Por el otro lado? Por el otro lado los mismos, pero mejor vestidos y más aseados. Por cierto, empiezan a vestir bien. La línea coleta morada ya no mola. Ahora molan Prada, Armani, Vittorio y Luquino, Chanel, Pertegaz… y demás revolucionarios del pueblo…