La charcutería fina y los brillis brillis

No soy economista, ni sociólogo, ni siquiera contertulio o periodista, por lo que me siento incapaz de leer el futuro inmediato económico del país.

Soy, exactamente, un auténtico negado a la hora de predecir por donde van a circular las inversiones más rentables, es más, podría considerarme como un gafe irredento, sin embargo, siempre tuve desarrollado el olfato para acertar dónde podía haber negocio, dónde se iban a establecer ganancias y dónde se iba a refugiar el dinero de los ahorradores domésticos fuera de las vías ordinarias, como son la Bolsa, Fondos de inversión y demás transacciones bursátiles.

Y puesto que en estos momentos se está produciendo una descomunal revolución en todos los órdenes, todo indica que el dinero va a sufrir importantes devaluaciones, enormes fluctuaciones y, sobre todo, profundas depreciaciones, hasta el punto, que habrá monedas que dejarán de tener el mínimo valor, es decir, carecerán de cotización, algo que ya está ocurriendo en muchos países de Sudamérica, África y Asia.

Según los expertos internacionales, el 90% de las transacciones que se efectúan en el mundo no se realizan con moneda física, sino con dinero virtual. Ni siquiera cheques, pagarés o letras, tan sólo a través del teclado de un ordenador.

Y puestas así las cosas, el capital solo tendrá un destino con previsiones halagüeñas, lo que en España llamamos el boom del ladrillo y que en términos financieros se denomina recursos inmobiliarios.

Lo del ladrillo es cíclico.

Todas las previsiones nos llevan a una inmediata revalorización del mundo de la construcción, siendo que la vivienda crecerá durante el bienio 2024-2025, el 25% de su valor. Ni siquiera el oro es una buena inversión en estos momentos, tal vez por el exhaustivo control que los Estados ejercen sobre él… Tampoco las piedras preciosas pasan por su mejor momento, por la más absoluta imposición de la bisutería y la caída de productos de joyería.

Pasó lo mismo con los sellos, con las pieles de visón, los relojes de alto nivel y las colecciones de monedas, todo alimentado por las generaciones de más edad, y totalmente erradicado de las generaciones menores de 50 años.

Las guerras abiertas en estos momentos representan el azote suficiente para poner contra las cuerdas a un mundo cada vez más inestable, débil y denostado, que pondrá a prueba a unas generaciones incapaces de luchar contra lo que se le viene encima, tal vez por carecer de espíritu de lucha. Una lucha que no le ha hecho falta para subsistir.

Tal vez nos encontremos ante el único y último recurso para depositar los ahorros, quien los tenga, y este será, una vez más, el siempre recurrente ladrillo.

El ladrillo que en España ya tiene a la franja de ciudadanos de entre 40-60 años hipotecados de por vida.

Ahora la acción se centrará en esclavizar al sector entre 30 y 40 años, algo que ya se está produciendo.

De todos es sabido que el ladrillo enriquece a uno y empobrece a quinientos.

Todo parece indicar que nos hallamos ante una nueva burbuja donde los bancos se han preparado con su politica de llevar a cabo el más cruel de los monopolios.

La posible absorción del Banco de Sabadell por el BBVA acabará en el tan temido monopolio bancario en España. Los tres grandes Bancos, Santander, BBVA y CaixaBank se convertirán en un gigantesco monopolio donde los clientes serán repartidos sin más aliciente que la simpatía que puedan despertar, no por las condiciones, ofertas o productos, que a buen seguro serán los mismos para todos.

Los bancos no necesitan salir a por clientes, los tienen haciendo cola en sus puertas y para colmo, sólo estarán separados entre sí por unas decenas de metros.

A partir de ahora habrá que estar atentos a las cuentas de resultados de los tres grandes. Es muy posible que invertir en sus acciones constituya una magnífica fuente de ingresos, aunque como todo el mundo sabe, la Banca nunca pierde.   Nunca.

Enrique García-Moreno Amador

Presidente del Ateneo de Ocaña

Escritor y amante de Ocaña y su historia

Tags: El Atril de Enrique García-Moreno

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Enrique García-Moreno Amador

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