Jueves Santo

Un día de amor, servicio y el nacimiento de la Eucaristía

Para la fe cristiana, el Jueves Santo ocupa un lugar de profunda significación dentro de la Semana Santa. Este día, que precede al Viernes Santo y a la celebración de la Pascua, conmemora eventos cruciales en los últimos días de Jesucristo, marcando la institución de la Eucaristía, el lavatorio de los pies y la Última Cena con sus discípulos.

El Jueves Santo es, ante todo, un día de amor y servicio. El Evangelio de Juan narra cómo Jesús, durante la Última Cena, se levantó de la mesa, se ciñó una toalla y lavó los pies de sus discípulos. Este acto, realizado por el Maestro a sus seguidores, es una poderosa lección de humildad y de la importancia del servicio desinteresado hacia los demás. Jesús mismo lo explicó diciendo: (Juan 13:14-15). Este gesto trascendental se recuerda en muchas iglesias cristianas a través del rito del Lavatorio de Pies durante la liturgia del Jueves Santo. 

El segundo pilar de la conmemoración del Jueves Santo es la institución de la Eucaristía. Durante la Última Cena, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo:

(Mateo 26:26).

De igual manera, tomó una copa con vino, dio gracias y la ofreció diciendo:

(Mateo 26:27-28).

Con estas palabras y acciones, Jesús instituyó el sacramento de la Eucaristía, el memorial de su sacrificio, a través del cual los cristianos participan del cuerpo y la sangre de Cristo. La celebración de la Santa Cena o Eucaristía es, por lo tanto, el corazón de la liturgia del Jueves Santo. 

Además de estos dos actos centrales, el Jueves Santo también recuerda la última cena en sí misma, la comida pascual que Jesús compartió con sus doce apóstoles antes de su arresto y crucifixión. Fue en este contexto íntimo donde Jesús compartió sus últimas enseñanzas, ofreció consuelo y estableció el mandamiento del amor fraterno:

(Juan 13:34). 

Litúrgicamente, el Jueves Santo es un día de transición. Marca el final de la Cuaresma y da inicio al Triduo Pascual, los tres días más sagrados del calendario cristiano que culminan con la celebración de la Resurrección en el Domingo de Pascua. Las vestiduras litúrgicas suelen ser blancas, simbolizando la alegría por la institución de la Eucaristía, aunque esta alegría está teñida por la sombra inminente del sufrimiento de Jesús.

En muchas tradiciones, después de la Misa de la Cena del Señor, el Santísimo Sacramento es trasladado a un lugar de reserva, a menudo llamado «monumento» o «sepulcro», donde los fieles pueden adorarlo y acompañar espiritualmente a Jesús en su agonía en el Huerto de Getsemaní. Las iglesias suelen quedar en penumbra y en silencio, creando un ambiente de recogimiento y anticipación de los eventos del Viernes Santo.

En resumen, el Jueves Santo es un día profundamente significativo para los cristianos. Es un día para reflexionar sobre el amor incondicional de Jesús manifestado en el lavatorio de los pies, para celebrar el don supremo de la Eucaristía como presencia real de Cristo, y para recordar la Última Cena como un acto de comunión y un llamado al amor fraterno. Es un día que nos invita a seguir el ejemplo de Jesús en el servicio humilde y a prepararnos espiritualmente para la conmemoración de su pasión y muerte, con la esperanza puesta en la gloriosa resurrección.

Redacción «El Consistorio»

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