Dicen de nosotros los españoles que somos unos irredentos bipolares, ya que como buenos latinos, mediterráneos e ibéricos, los extremos, las pasiones y la visceralidad conviven con nosotros con la mayor naturalidad desde el principio de los tiempos.
Somos capaces de pasar de la euforia a la depresión en un santiamén.
De un estado de plena serenidad a otro de total ofuscación donde la agresividad se transforma en violencia en un instante en un plis plas.
Pasamos de ser profundamente creyentes a ser irredentos objetores, según estés en el seminario o fuera de él. Pasamos de ser monárquicos convencidos a republicanos viscerales. Dejamos de ser dictadores para ser los más demócratas del mundo… Todo depende de un hecho puntual que nos desequilibre emocionalmente.
Nosotros, los españoles, no somos de derechas, ni de izquierdas, ni liberales, ni progresistas, ni conservadores, ni católicos, ni budistas tampoco; somos según nos dicte la ocasión, según nuestro estado de ánimo, según nuestros intereses.
Existen muchísimos españoles que se dicen progresistas o conservadores, pero desconocen por qué lo son.
Nosotros los hispanos tan pronto vivimos el momento, el día a día, que nos introducimos en el pasado revolviendo en los vertederos la porquería con qué castigar al vecino.
Tan pronto perdonamos y olvidamos, que recordamos todo de repente, como si de un volcán adormecido se tratara… y esto pasa en España, en Méjico, en Argentina, en Chile o Uruguay.
Hemos pasado de tener una sola historia a tenerla versionada, adaptada, manipulada, mutilada y libremente interpretada.
Y tras siglos de zozobras, cambios culturales, guerras fratricidas y cambios de regímenes, nos encontramos con esta actualidad donde se acomoda una sociedad aletargada, plúmbea, anodina, adocenada, confundida, indecisa desnortada, amorfa, perdida y absolutamente dormida.
Estoy convencido que en esta desastrosa actualidad donde nos encontramos, esta sociedad ha sido consecuencia de una minuciosa programación, una programación preparada, organizada y puesta en práctica con el fin de crear un pueblo fácil, dúctil, entregado y obediente.
Es la sociedad perfecta para estos gobernantes de bajo pelo faltos de ideas y de ideologías también, carentes de dignidad y desprovistos del mínimo humanismo.
El plan ha dado sus frutos, los españoles ya estamos listos para ser engullidos por los que supieron transformarnos en unos pobres diablos.