Hipoteca de mi vida y de mi corazón

Acabo de leer diferentes crónicas de analistas de cierto prestigio en las que aseguran que los jóvenes actuales no podrán tener acceso a una hipoteca hasta pasados los cuarenta años.

Los expertos coinciden en afirmar que las entidades crediticias han puesto unas condiciones inasumibles y las empresas se han aferrado al salario mínimo interprofesional, lo que hace inviable cualquier financiación de inmuebles a esta amplia franja de ciudadanos.

Y dadas las circunstancias recuerdo la película “El pisito”, que se estrenara hace 65 años, que retrataba la imperiosa necesidad que teníamos los jóvenes de entonces, pertenecientes a la sufrida generación de la posguerra.

Pese a lo que podrían pensar las actuales generaciones, aquella película, pese a ser española, ni era de humor, ni representaba una astracanada, más bien era la representación de la tragedia que vivíamos los que deseábamos independizarnos y fundar una familia en aquellos años donde sobrevivir ya constituía un milagro.

A modo de resumen me voy a permitir recordar el argumento.

Una pareja de enamorados ya maduritos mantenían una relación de doce años, siendo su anhelo contraer algún día matrimonio y crear una familia.

Pero la pareja necesitaba un pisito, algo prohibitivo en aquellos tiempos.

Rodolfo vivía realquilado en casa de doña Martina, una anciana que estaba a punto de pasar a mejor vida.

Por su lado, el casero estaba esperando el momento en que la mujer falleciera para desalojar la vivienda y derribar el edificio.

Entonces, visto el panorama, los amigos de Rodolfo le propusieron que se casase con doña Martina y esperar lo que le quedase de vida para heredar el alquiler, algo frecuente en aquellos años.

Rodolfo se resiste a la idea pero acaba cediendo con el permiso de su amada…

Y no sigo desgranando el argumento no sea que decidan ver la película, absolutamente recomendable por ponerse de actualidad.

Los jóvenes actuales de nuevo se encuentran con la necesidad de vivir en casa de sus padres y en el mejor de los casos, recurrir al ya de por sí prohibitivo arriendo.

Y es que los bancos ya tienen a millones de víctimas, perdón, de hipotecados, en sus bases de datos…

Si a esto no se le llama regresión, o retracción, que vengan a contárnoslo esas mentes preparas de verbo fácil, ideas cortas y práctica inexistente.

De nuevo se acabó la fiesta, de nuevo se cerró el grifo, de nuevo se disparó lo inflación, de nuevo subieron de intereses, de nuevo renace la propaganda y  empiezan los medios de comunicación con sus cantinelas de España va bien, el nuevo resurgir social…

De nuevo se acabó la fiesta y de nuevo viene otra resaca, y para lubricar la resaca, los jóvenes se ahogarán en alcoholes adquiridos en bazares y supermercados para consumir en polígonos y descampados. Es una manera de afrontar el futuro entre vapores.

Y cuando estén groguis, soñarán con adquirir un pisito, que jamás podrán pagar,  para poder independizarse de sus padres, igualmente hipotecados.

Si a esto le llaman progresismo y aquello franquismo ¿Qué es lo que ha cambiado?

Sabemos que no ha cambiado el modo de enriquecerse los bancos, ni sus magníficas cuentas de resultados, ni el magnífico porcentaje de ganancias.

Los bancos siguen en alza, lo que sí cayeron fueron las Cajas de Ahorro que gestionaron los políticos de todos los signos ideológicos.

Que se lo digan a Caja Madrid o CCLM… Por ejemplo…

Enrique García-Moreno Amador

Presidente del Ateneo de Ocaña

Escritor y amante de Ocaña y su historia

Tags: El Atril de Enrique García-Moreno

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Enrique García-Moreno Amador

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