Ya está hecho el reparto, y lo ha hecho esta chusma política de medio pelo, y lo que han efectuado es comparable al que hacía Ali Babá en sus mejores tiempos.
Es el reparto del botín más chusco de estos robaperas, del diez para mí y uno para ti y así sucesivamente.
Para el pueblo dócil, maleable y confiado han dispuesto buenas raciones de una zafia, ordinaria, cutre y hortera ideología. Para ellos el poder, el lujo y la pasta gansa.
Y esto ya viene desde los césares, patricios y nobles de la antigua Roma, dónde el populacho se repartía la miseria y los nobles y patricios el oro mientras se exhibían en sus cuadrigas tiradas por inmaculados alazanes.
Nada ha cambiado, sólo que hace 2000 años los esclavos permanecían reducidos por la fuerza bruta que ejercían sus opresores y ahora los esclavos, están encantados de serlo. Muchos de ellos presumen y muestran sus carnés de lacayos como si fueran títulos nobiliarios.
Y es que aquel refrán de, «sarna con gusto no pica», continua en plena y renovada vigencia. «Jodidos pero contentos». Todos ciegos antes que tuertos.
Los líderes les tienen obnubilados, hasta el punto, que un selfie con el gran jefe puede suponerles un orgasmo mental de profundo placer.
De aquel Imperio, a esta España Mediocre poco o nada ha cambiado, tal vez la forma de vestir, tal vez el circo, tal vez las formas..
España ha entrado en una espiral donde el compadreo, el chalaneo y las componendas, representan el espíritu de este irreconocible nuevo país.
Nos hallamos presos de unos dirigentes que han tejido una tupida y viscosa tela de araña donde una vez construida con la inestimable ayuda de sus votantes, las arañas los devorarán como pago a su fidelidad, mansedumbre y escasa o nula exigencia.
Las arañas propietarias de sus peculiares telas se han unido para confeccionar una gran red, tan grande como aquella magnífica piel de toro.
Ya se creen los dueños del cotarro y sin pudor proclaman a los cuatro vientos la implantación de esta Nueva Dictadura barnizada de nueva democracia y representada por nuevos patricios, extraña nobleza de rangos castrenses tomados a la remanguillé.
Y por encima del bien y del mal, el Emperador, el Gran dictador, la Sublime Deidad. El Gran Lama.
La suerte está echada. Los catalanes se pasan las leyes españolas por el forro de sus caprichos, los vascos siguen dando rienda suelta a su chacolí, bacalao al pilpil y chuletones de buey, los mallorquines a su lío, los navarros viven su vida y el resto a verlas venir para llenar el estómago de molletes con sobrasada y ensaimadas rellenas de cabello de ángel y los demás se confirmarán con las migajas que restarán tras el reparto.
Efectivamente, a esta España no la conoce ni la madre que la parió.
El esperpento ya es habitual cada mañana en esta inmensa comuna en la que nos ha tocado vivir, tan habitual, que los ciudadanos no presentan ningún tipo de indignación.