Los que pretenden manejar la Sociedad siempre lo hacen para obtener réditos de su dominio, jamás con intención de prestar ningún servicio.
No son nuestros salvadores, ni nuestros guías, ni nuestros defensores, ni siquiera nuestros benefactores, simplemente son los que administrarán nuestras vidas a cambio de mantenernos dentro de sus dominios. Es el espíritu de la comuna.
Ellos no vienen a hacernos la existencia más fácil, ni la vida más cómoda, ni más feliz tampoco, ellos vienen a someter nuestra voluntad para así obtener provecho de nuestra rendición.
En el mejor de los casos se acercan a nosotros a ofrecernos utopías a cambio de materia.
Nada ha cambiado, ellos siguen cambiando caleidoscopios por lingotes de oro, cristalitos por piedras preciosas.
Ellos jamás darán nada a cambio de nada, aunque nos obsequien con miradas amables, fingidas sonrisas, besos traidores, caricias perniciosas, promesas por trigo.
Hay quien llega a nuestras vidas con la intención de descubrir nuestro pasado para de inmediato tratar de cambiarlo por otro más amable, cuando lo normal sería aceptar nuestro pasado con sus luces y sus sombras sin más compromisos.
Hay quienes se acercan prometiendo enmendar nuestros errores, cuando lo normal sería asumirlos sin mostrar culpabilidades.
Los hay que con sigilo se introducen en nuestro entorno con la pretensión de juzgar nuestras faltas, nuestros pecados, para de inmediato castigarlos, cuando lo que necesitamos es el perdón que nos libere la conciencia.
Los hay que aprovechando nuestro estado de ánimo vienen con la preconcebida idea de abducirnos bajo promesas de ocultar nuestra tristeza en lo más recóndito de nuestro ser con conjuros y sahumerios, cuando lo que nosotros necesitamos imperiosamente es superarla con nuestro firme deseo de renacido optimismo.
Y por último, siempre deberemos permanecer en alerta, en plena vigilia, para no caer en la estúpida arrogancia de ir pregonando nuestro amor por los cuatro puntos cardinales, cuando lo que necesitamos es demostrarselo a nuestros seres amados.
Es todo así de simple, es todo así de complicado.
Todo depende de nuestra disposición ante la vida. Todo depende de la fuerza que nos permite nuestro ánimo.
El autoengaño es una forma de ocultar la realidad a través de cuidados paliativos, y eso muchos no se dieron cuenta hasta que en el último momento aparezca la verdad sin posibilidad de reacción.
Y como defensa contra quienes vienen a abducirnos, cuidado con los que vienen vendiendo felicidad…