Uno de los descubrimientos que más satisfacciones me reportaron fue comprobar que los tontos maliciosos pueden causar daños importantes e inimaginables a quienes creímos que eran seres débiles, fáciles y manejables.
Pronto descubrimos que la tarea más importante de los tontos maliciosos es hacernos creer que son incapaces de hacer daño por su supuesta débil, frágil y escasa capacidad.
Puede que por desconocimiento creamos que tener tontos maliciosos a nuestro alrededor nos pueda reportar alguna ventaja, ademas de hacernos desarrollar un desproporcionado egocentrismo al sentirnos falsamente superiores.
El problema se presenta cuando los tontos maliciosos se desmadran y terminan dañando a los que nos creíamos listos confiados en nuestra pretenciosa superioridad.
Y esto también ocurre en la política con la súbita aparición de lerdos interesados, que a base de protagonizar idioteces provocan daños irreversibles.
Normalmente los listos confiados y suficientes tienen su Talón de Aquiles en su incapacidad de calibrar las nefastas consecuencias que pueden ocasionar sus peligrosas listeces .
No hace falta ser un portento intelectual para saber que en las sedes de los partidos políticos hay un caladero de tontainas interesados capaces de mantenerse durante años deambulando por los pasillos, sin producir el menor ruido, pasando inadvertida su presencia, a no ser que se les ponga a prueba a través de algo mas exigente que hacer la pelota y reírle las gracias a los líderes que se creen lo que no son.
Vgracia.- ¿Cómo llegó a presidente ese que todos tenemos en mente?
En plena campaña electoral los bobos interesados dejan de ser los aplaudidores y sirvecafés de turno, para dedicarse a su noble tarea de insultar y agredir sin venir a cuento, a los ciudadanos que votan a los que suponen que son sus enemigos, que no adversarios.
Sí, se vuelven agresivos, casi violentos, con el único afán de agradar a sus jefes.
Son como esos perrillos que ladran como fieras a cualquier transeúnte para presumir delante de sus dueños…
Los hay que llegan a lanzar adoquines, quemar contenedores y cocear coches, además de llamar fascistas y reventar escaparates de las diferentes oficinas de los contrincantes, para mostrar, más que su concepto de la democracia, su inquebrantable lealtad a sus circunstanciales líderes.
Los jefes, como si fueran héroes o gladiadores, saltan a la arena creyéndose semidioses, siendo jaleados por los supuestos bobos interesados que no ven que las fieras a las que se enfrentan sus jefes son ositos de peluche.
A los excelsos gladiadores se les ha hecho creer que son los elegidos por su divina condición de dioses del Olimpo y la pléyade que les sigue son los rendidos admiradores, que babean de placer contribuyendo al incontrolado narcisismo de quienes muestran su arrogancia a un mundo inmerso en falsas realidades.
Los hay tan frágiles, tan débiles, de piel tan fina, que al menor contratiempo se largan. Huyen ante el primer arañazo y con el rabo entre las patas, entre gemidos y lamentaciones.
¿Quién no ha visto llorar a un recién derrotado líder de gomaespuma después de haber aparecido como un semidiós rodeado de su corte de halagadores?
Si no fuera por los tontos útiles de turno, los líderes inflables pasarían inadvertidos.
En cierta ocasión un amigo me pidió consejo porque había sido tentado para ser político de cierto nivel en la sede central de su partido.
Ante su insistencia, le dije: Es muy importante saber de cuántos tontos interesados dispones y a cuantos líderes tendrás que enfrentarte con sus tontos útiles incluidos.