Cuando una persona acepta afiliarse a un partido político debe ser consciente que a cambio del carné que le otorga su condición de militante, debe pagar una cuota que le dará derecho a algunas cosas que a veces no están demasiado claras, produciéndose en el militante un cierto desencanto.
Por contra, el carné de afiliado obliga a ser fiel a ultranza, absolutamente leal a la institución, obediencia a las diferentes ejecutivas, local, provincial, regional y estatal, e integrarse plenamente en una peculiar estructura piramidal donde las bases sostienen todo y a ellas nadie.
Justo en ese momento de la recepción del carné, el nuevo militante debe adoptar la condición de súbdito y mantenerse fiel al secretario general o presidente del partido, que será quien imponga SU ideología, SUS formas, SUS maneras, SU concepción y percepción de las líneas maestras y SU libertad para hacer y deshacer lo que le venga en ganas, ayudado por el “aparato del partido” que ha conformado a su antojo, de manera que todos son enemigos de los demás y él amigo de todos.
El nuevo afiliado debe mostrar su obediente, sumisa y subordinada actitud, sabiendo que cualquier brote de desobediencia, confrontación o discrepancia, le puede llevar a la comisión de conflictos y por ello ser expulsado de inmediato.
El militante puede ser un romántico, un convencido, un cabreado, agradecido o simplemente un oportunista en busca de un puesto de trabajo.
Los menos estables suelen ser los trepas siendo estos, sin duda, lo peor de los partidos. Primero por su desmedida ambición y después por su condición de frecuentes traidores.
Y luego está el afiliado gorrón, que además de no estar al corriente de pago intenta cobrar todas las dietas habidas y por haber, además de ponerse fino en todos los cócteles y vinos españoles.
Los militantes profesionales son harina de otro costal, estos son producto de fichajes estrella, de manera que van de partido en partido a puestos determinados, remunerados y con cierto estatus dentro de las diferentes instituciones. Son los que no teniendo pedigrí tienen un poquito de oro.
Como ejercicio, el lector podría ir poniéndoles cara a cada uno de estos grupos, que a buen seguro recuerda con meridiana claridad en la política española.
Y por fin se encuentran los que han tenido varias afiliaciones al objeto de encontrar al fin al partido más afín con sus ideas. Son los que sintiéndose útiles a la sociedad se afilian para una vez en el partido poder exponer, debatir e imponer su pensamiento.
Son estos los que después de conocer a fondo las instituciones muestran su más absoluto desencanto cuando se dan cuenta que en la actualidad las ideologías se encuentran en los intestinos, el pensamiento se muestra en la charcutería y la filosofía que encierran los programas discurren por los inodoros a través de varios vaciados de cisterna.
Y siendo este el panorama resulta milagroso que en estos tiempos se sigan afiliándose a los partidos, aunque mucho me temo que en la actualidad los partidos políticos no viven de sus afiliados, sino del reparto que se hace a través de subvenciones generadas tras las elecciones. Tantos escaños, diputados, senadores o concejales tantos euros.
De nuevo les animo a analizar la desaparición de partidos tras el batacazo de las elecciones, CDS, UPyD, AP, Ciudadanos, Podemos…
Y de las penurias de algunos vendiendo sedes, despidiendo empleados, reduciendo despachos y suprimiendo enchufados…
