Viendo un reportaje sobre Finlandia ayer tarde, al principio se veía una secuencia de un bosque grande y frondoso vestido de colores de otoño. Precioso, ya se lo digo yo. La escena recorría la imagen desde arriba sacada desde un dron. Parecía que casi rozaba las copas de los árboles. Una voz dulce de mujer manifestaba que teníamos delante un remanso de paz. Y añadía que eso era lo que parecía … No le digo lo que contó después sobre los rusos y la gran guerra porque se cargaría el embrujo que suele producir un paisaje como este y porque nada tiene que ver con lo que seguidamente le voy a contar.
No le negaré que los colores de otoño me gustan, me relajan, y que todos los otoños subimos a la montaña a buscarlos en pequeños bosques que ganan terreno a las encinas y los pinos.
En esta ocasión le invito a que me acompañe. Vamos a los alrededores del Preventori en Alcoy. Desde la autovía ya se ve allí arriba a lo lejos, en la montaña, una lengua de oro que se abre paso entre un bosque de pinos, uno de esos tan desconocidos por aquellos que asocian a Alicante sólo con el tópico de sol y playas. No saben lo que se pierden, es una maravilla ver cómo la sabia naturaleza se abre paso entre las rocas y se levanta del suelo para estar más cerca del cielo.
En otoño la naturaleza se viste de oro, de cobre, de ocre … Hace con el paisaje imágenes muy bellas que me llenan de energía.
Esta mañana dominical visitamos lo que llaman L´Horteta del Pobre. Todo el conjunto es espectacular, como verá en las fotos. En la parte más alta de esta área recreativa nace un manantial. De un caño de amplia boca sale un chorro potente de agua cristalina y fría. Esta se canaliza hasta una balsa desde la que antiguamente se facilitaba el riego a las huertas más cercanas, por eso su nombre.
Un panel nos informa que la zona está dominada por árboles de alto porte como chopos, plátanos y pinos, cuya sombra, unida a la presencia permanente de agua, crea un hábitat ideal para insectos como las libélulas y para vertebrados como los anfibios. A veces, se escucha el croar de un sapo corredor, que así se llama, que casi siempre no se deja ver. Otras veces, lo que puedes observar es a las ranas comunes, son menos desconfiadas.
En todo el recorrido desde el Preventori hasta la fuente hay mesas y asientos de piedra para pasar largos ratos sentado o de picnic debajo de arboleda tan singular en esta época del año. Si comes allí, lo que no se puede hacer es fuego, enemigo número uno de estos montes.
Desde la fuente o caño del agua parten dos senderos que suben a la ermita de San Cristóbal arriba en la cima situada junto a una gran cruz metálica. Subiendo a la derecha se pasa por un pequeño puente, es el sendero que llaman de los miradores de solana. Las vistas sobre Alcoy son impresionantes. Por el otro lado, a la izquierda, hay otro sendero que también sube a la ermita, mucho más sencillo que el anterior. En seguida de tomarlo, hay una zona de escalada. He caminado por los dos, recomiendo el segundo, aunque para gustos cada uno conoce los suyos. Desde la ermita suelen verse buitres leonados planeando con sus enormes alas. Otro espectáculo de la naturaleza tan cerca de casa.
Por unas cosas o por otras, es una zona ideal para el sosiego donde escuchar los sonidos de la naturaleza, el rumor de las hojas cuando son movidas por el viento, el piar de los pajarillos que corretean por el suelo o que nos miran curiosos desde las ramas de los árboles. Y mientras eso ocurre, sentados sobre esos bancos de piedra, la tertulia se alarga y se divierte hasta que sea el momento de volver a la rutina con el convencimiento que volveremos a estos parajes con colores de otoño.