Los españoles exhiben sin ruborizarse habernos convertido en trágalas de todos los despropósitos que la casta política es capaz de generarnos.
A final del verano adelanté que sufriríamos un otoño conflictivo, con una masa social harta de padecer todo tipo de desmanes.
La realidad es que aquel mal augurio no solo se ha cumplido, sino que ha superado todas las expectativas habidas y por haber.
La crispación continuada que se había convertido en normalidad ha mutado en una lucha sin cuartel de unos contra otros, siendo que todos se acusan de haber cometido idénticos delitos, por lo que todos sin excepción se tachan de delincuentes sin experimentar ningún rubor. Esta casta política se ha echado al monte y se halla enfrascada en una guerra sin cuartel, con una sociedad indefensa, desorientada y confundida que no sabe a quién reclamarle orden, seriedad, rigor y justicia.
La sociedad española es como un pollo descabezado, como una brújula desnortada, como una veleta dislocada.
Los sindicatos no saben a quién dirigirse para establecer un diálogo social. si acaso a algún presentador de tve. Tan majos ellos.
El mundo empresarial campa por sus respetos y la Banca hace caja por el simple hecho de abrir las puertas de sus oficinas a las nueve de la mañana…
Aquella España de los años ochenta e incluso de principios de los noventa, fue sin duda un referente europeo y mundial, además del paradigma de modernidad, desarrollo y expansión, y todo gracias a un pueblo con ganas de luchar, de pelear y de salir adelante, unos políticos comprometidos y unos sindicatos valientes.
En estos momentos capital, mundo empresarial, clase política y el pueblo llano se muestran de estampida en un desesperado sálvese quien pueda.
Han bastado casi cuarenta años para que todo aquel resurgimiento esté ahora en pleno declive, siendo que los pesimistas se atrevan a afirmar que estamos en una trágica caída libre, en plena hecatombe, cuando todo podría ir viento en popa porque la etapa es de bonanza económica.
Algunos economistas aseguran que España, de seguir con este caos institucional irá irremisiblemente a la deriva, si ya no estamos inmersos en ella.
Nuestras reservas empezarán a tocar fondo y una vez agotadas, el panorama estará abocado a sufrir consecuencias irreversibles.
El verano ha sido excelente puesto que se han batido todos los récords de turismo en España. Han sido decenas de miles de millones de euros los que nos han dejado los turistas extranjeros desde la primavera.
El problema se presentará cuando las generaciones más jóvenes se den cuenta que ya no podrán ni hipotecarse.
Les va a costar sangre, sudor y lágrimas tener que aceptar que lo que hasta ahora se consideraba difícil de pronto será imposible.
Si una vivienda es una utopía, un coche es una quimera y un puesto de trabajo un sueño.
Los que están pilotando la nave son sin lugar a dudas los peores navegantes, el problema estriba en que estos patrones harían zozobrar un navío como España en aguas tranquilas; imaginémonos lo que harían en una tempestad como la que se avecina.
El problema se agudiza cuando se tienen los peores marinos y un ingente número de piratas dispuestos al abordaje. Nos encontramos en estos momentos con una sociedad que se halla bajo mínimos, que muestra unas carencias altamente preocupantes y que da la impresión que carecen de un mínimo poder de reacción.
Tal vez necesitemos a un nuevo Moisés que nos conduzca de nuevo al paraíso a través de este inhóspito desierto.
Nadie parece haberse dado cuenta de este juego entre trileros, que no son otra cosa que las polichinelas que mueve este nuevo, refinado y divertido capitalismo que usa al comunismo como plataforma.
Europa ya se dio cuenta del cáncer que representa el comunismo, pero España parece que sigue estando a años luz de ver la realidad.
Lo más europeo que teníamos era Cataluña y de momento parece Malta.
Disfrutamos de un socialismo inteligente, progresista e innovador y nos han metido con calzador un comunismo cutre, vulgar y soez.