Ni la francesa, ni la italiana, china, japonesa o tailandesa tienen una cocina tan excelsa como la española.
No tienen el nivel de nuestra cocina por mucho glamour, magia, exotismo, o exquisitez que quieran imprimir a su gastronomía.
España cuenta con un sinfín de maravillas gastronómicas que nos sitúa en un lugar privilegiado dentro de los países más valorados en el sublime arte culinario.
Y dentro de todos los platos que componen la gastronomía española tenemos a la divina, celestial, excelsa, subliminal y portentosa… ¡Croqueta!
Esas croquetas maravillosas de jamón, de bacalao, langostinos, zamburiñas, níscalos, berberechos, atún o mejillones, que nos transportan a disfrutar del placer más pecaminoso del Planeta Tierra…
La croqueta es uno de esos manjares que se disputan los mejores fogones del mundo, los franceses aseguran que son suyas, lo mismo que dicen los países árabes, asiáticos o sudamericanos.
Este magnífico y sublime arte de cuajar la bechamel con virutas de jamón ibérico, migas de bacalao, o picada de langostinos no puede haberse fraguado más que en una mente española…
Esa geométrica porción con forma de óvalo, meticulosamente rebosada con huevo y pan rallado, dorada en aceite de inocuos sabores que bajo ningún concepto puedan quitar protagonismo a esa deliciosa croqueta calentada a exacta y controlada temperatura, hasta dejarla crujiente por fuera y cremosa por dentro solo está al alcance de un alquimista…
Este pecaminoso placer próximo a la lujuria, donde el paladar parece entregarse a la sublime pasión de saborear la siempre suculenta croqueta, hasta sentir el crepitar de los sentidos y llegar al éxtasis del celestial regusto, donde lo divino y lo humano se dan cita alrededor de la trascendental y portentosa croqueta, sólo es posible en un laboratorio regido por ángeles.
Este rendido admirador de la venerable croqueta, reclama para ella un monumento, una estatua, una escultura… capaz de glorificarla, capaz de santificarla, capaz de elevarla a su condición de Santa.
Santa Croqueta venga a nuestros paladares tu reino y líbranos de las congeladas y refrigeradas que habitan en expositores, arcones y frigos de paganos y profanadores supermercados, que de manera irreverente venden sucedáneos propios de sacrílegos engrudos.
Si al final tengo un hilo de consciencia, pediré como último deseo una croqueta que me acompañe en el último tránsito.