Seguro que en uno de sus viajes a Madrid se ha acercado a los alrededores del Palacio Real. Si es así, ha pasado muy cerca de ella, sino le invito a que lo haga. Todo el entorno es una maravilla y representa buena parte de los valores de la historia de España.
Pero deje que empiece desde el principio, enunciado en el título de este escrito. Todo empezó en el siglo XVII. Felipe IV, llamado el Grande o el Rey Planeta, quería que le hicieran una estatua ecuestre que mostrara su poder como el líder del entonces Imperio más poderoso del mundo, en una época que en España brillaban las artes, por eso se le llamó el Siglo del Oro. Y Madrid era la ciudad donde todo el mundo se miraba, era la capital de la Corte española y del vasto Imperio español. Esa estatua tenía que ser monumental, distinta y única. Y lo fue no sólo porque Felipe IV quería una estatua mejor que la de su padre, la que preside la plaza Mayor de Madrid, sino porque se consideró revolucionaria entonces y sigue siendo hoy un prodigio del talento de aquellos que lo hicieron posible. Por eso se llama la estatua ecuestre de los tres genios, ya verá por qué.
Se encargó en 1634 al escultor florentino Prieto Tacca. Pero no se le pidió una estatua ecuestre más, sino algo diferente, es decir que el caballo se apoyara en el suelo sólo por las patas traseras, estando elevadas las delanteras. Esto que podría considerarse fácil en pleno siglo XXI, en el XVII no lo era.
La primera dificultad era que Tacca necesitaba hacer un dibujo sobre el Rey. Pero el escultor estaba en Florencia y el Rey en Madrid. Se decidió que Velázquez pintara un cuadro de Felipe IV. Pero no hizo uno, sino dos. Uno de medio cuerpo y otro a caballo, y se enviaron el taller del escultor.
La siguiente dificultad era cómo se sostendría el caballo si sus patas delanteras estaban elevadas, cómo soportaría el peso. El escultor no encontraba la solución. Consultaron con el genio de la física y de las matemáticas de ese momento, nada menos que con Galileo Galilei. El lo resolvió. Tenían que hacer la parte trasera del caballo totalmente maciza para soportar el peso de todo, y la parte delantera sería hueca. Así el centro de gravedad de la estatua se desplazaba hacia la parte de atrás y la de delante se quedaba suspendida en el aire sin riesgo a fracturarse por el peso. Esta solución fue pionera e innovadora en su época.
La escultura se terminó en 1640 y fue transportada desde Florencia a Madrid. Pero surgió otro problema. El Rey no se veía retratado en la cara de la estatua por lo que tuvieron que desprender la cabeza de la misma para hacer otra nueva que agradara al monarca. Y así fue. Una vez terminado todo, se instaló en el Paseo del Retiro. Posteriormente, fue la Reina Isabel II quien dispuso que se colocara dónde está en la actualidad, en la Plaza de Oriente, sobre un soporte monumental. Fue inaugurada en su nueva ubicación el 17 de noviembre de 1843.
El resultado es extraordinario. Actualmente incluso esta escultura está considerada como una de las mejores estatuas ecuestres.
Y ¿por qué se llama de los tres genios? Ya se lo habrá imaginado, porque para su realización y para complacer al Rey participaron tres genios: Tacca, Velázquez y Galileo.