A muerte con la vida

A veces nuestra situación personal después de vivir una larga vida, la podemos definir como satisfactoria con la familia, aunque cambiante según el grado que va de intensa y entrañable, hasta agotar todos los niveles. Con los amigos, apacible, según la ocasión y el momento, y así hasta soportar con estoicismo a los enemigos, siempre necesarios para mejorar y no caer en la autocomplacencia.

A todos, la vida nos ha cambiado fuerza, por libertad; años, por experiencia; vigor, por conocimiento y esto es un triunfo que sin duda compartimos familiares y amigos de nuestro más íntimo entorno.

Esta nueva etapa nos ha permitido cambios sustanciales en lo que hasta ahora formaba parte nuestro comportamiento habitual.

Con respecto a la política, todos los que compartimos modos, situaciones y vivencias, aprendimos a no posicionarnos en nada por lo que nuestra vida laboral se viera seriamente comprometida, incluso afectada y destruida.

En esto de los gobiernos frontalmente opuestos, el peligro está en la base de su estructura piramidal, no en la cima. A cima la vemos en la tele.

El peligro se encuentra en la proximidad donde las bofetadas llegan directas, la lejanía siempre nos permite rectificar.

El problema lo tenemos con las personas más cercanas a nosotros, supuestamente delegadas, de delegados de los gobernantes de élite, que son las encargadas de transmitir órdenes que los adláteres se encargan de distorsionar, tunear y adulterar.

En el orden religioso nos pasó lo mismo, ya que nuestra equidistancia nos permitió permanecer sin implicaciones, casi siempre al margen y casi siempre ajenos a las diferentes corrientes, eso sí, considerados y respetuosos con todas las doctrinas, aunque algunas fueran más exigentes, intolerantes y fundamentalistas que otras.

Tuvimos suerte de no tener que caer en la hipocresía, a cambio de que nadie nos considerase virtuosos por unos momentos, que esos dueños de falsas virtudes sólo son exhibicionistas, jamás piadosos; jamás altruistas, casi siempre egoístas.

Siempre supimos que aquí se sigue más al ídolo, al superhéroe y al líder, que, a las ideas, y como nuestra condición es la de permanecer al margen de los mitos, estos «indirigentes» actuales nos causan un tedio insoportable, una pena indescriptible y un hastío insufrible.

A estas alturas de nuestra vida ya no nos da miedo esa vieja práctica que aún se mantiene vigente en los medios rurales, con ese siempre amenazante fantasma que representan los eternos comisarios políticos, que son los que hacen el trabajo sucio, que son los que imponen el miedo por su ciega obediencia a sus jefes.

Esos que siempre están dispuestos a resucitar somatenes o a invitarnos a convivir en la lúgubre checa donde habitan sus frustraciones y complejos son nuestros enemigos de proximidad.

Y es que cuánto más años se cumplen, más cosas contiene la mochila que todos llevamos a nuestras espaldas.

Lo normal es que todos conozcamos las cosas que se guardan en ese zurrón, lo verdaderamente gratificante es saber que todo lo que guardan nuestras mochilas es el resultado de tanto caminar, de tanto vivir, de tanto faenar, de tanto luchar contra vientos, tempestades y huracanes.

En cierta ocasión y por motivo de llegar el Capitán General de la Región en visita a la CIA donde hice el servicio militar, el coronel ordenó al Comandante que formase la CIA a las nueve de la mañana; éste le trasladó al capitán hacerlo a las 8:00 h. y así hasta el sargento, que trasladó a los cabos de primera que formasen a las 6:00 h.

Al día siguiente, éste que suscribe, que era el cabo furriel, se me ocurrió decirle al sargento, con el que mantenía cierta cordialidad, que me gustaban más los coroneles que los sargentos. Entonces el sargento me dijo bastante airado:

Tú lo que eres, es un pelota.

A lo que le contesté.

Mi sargento, con los coroneles no hay que formar a las 6:00 de la mañana, pero cuando necesite un favor acudiré a usted, no al coronel…

Enrique García-Moreno Amador

Presidente del Ateneo de Ocaña

Escritor y amante de Ocaña y su historia

Tags: El Atril de Enrique García-Moreno

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Enrique García-Moreno Amador

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