El peligro de los refranes radica en el desconocimiento que las nuevas generaciones tienen de su origen.
Son muchos los que desconocen que fueron ideados y transmitidos por los vecinos de las localidades limítrofes, que queriendo herir a determinado colectivo generalizaban para ocultar sus verdaderas intenciones.
Tomemos como ejemplo una sentencia presuntamente ideada por el mismísimo Quevedo, que queriendo dar rienda suelta a un determinado revés personal desprestigió a toda una población.
«La Puebla de Montalbán mucha puta y poco pan. Cuatro iglesias, dos conventos, de maricones cuatrocientos, hijoputas los demás», reflejando bien a las claras un odio manifiesto.
Resulta curioso comprobar cómo Fernando de Rojas, autor de La Celestina, muriese cuando nacía Quevedo, ambos no muy amables con la nobilísima población.
Fernando de Rojas no dudó en ambientar su novela en una población, tal vez cogida al azar, cuando muchos sitúan la acción en Salamanca.
El refrán de Quevedo fue mutilado de forma torticera para tachar a las mujeres de la Puebla de lo que no eran.
«En la Puebla de Montalbán mucha puta y poco pan» dejando fuera del exabrupto al resto de los mencionados al principio.
Y con ese sambenito tuvieron que cargar desde el Siglo XVI, no sin dejar de darle un carácter popular lejos de la realidad, contribuyendo así a establecer una ignominiosa afrenta.
El refranero toledano es pródigo en sentencias dichas contra la honestidad de las mujeres, prodigando una insoportable misoginia, teniendo ejemplos como:
«En Pantoja la que no es puta es coja»
«En Cobisa puta la madre, puta la hija, puta la manta que las cobija», aunque algunos cronistas se la aplicaran a las toledanas.
«En Cobeja más putas que tejas», por la cantidad de cerámicas que había en aquella localidad, aunque otros se lo aplicasen a Noblejas aprovechando la misma rima. Un pobre recurso, pero efectivo por su nocivo efecto, donde la gracia no se veía por ninguna parte.
Y es ahora, tras un desafortunado trance protagonizado por un primer edil toledano, hombre amante de su pueblo y fervoroso defensor de la mujer, cuando se le ocurre recordar el refrán de las tejas y las putas. Tal vez en un momento distendido e improvisado, y por la escasa formación literaria del presentador callejero, que ha puesto en jaque a todos los medios de comunicación, que están a la que salta buscando la ocasión para abrir una polémica derivada de un pretendido sentido del humor que fue en realidad lo que movió al alcalde a recordar el refrán.
Un alcalde que se ha dejado 42 años de su vida creando trabajo para todos, muy especialmente en favor de las mujeres, no sólo de Noblejas, sino de toda la Mesa de Ocaña.
Lo dicho, los refranes los carga el diablo, siendo que en la actualidad sólo estén vigentes en el refranero toledano y en algunas obras literarias de autores clásicos.
Ningún pueblo se merece ni de lejos ese tipo de sentencias que maldita sea la gracia que despiertan en la actualidad, pero sacar las cosas de contexto parece ser el deporte nacional de algunos colectivos. Menos mal que el Pueblo ha reaccionado empleando una madurez digna de todo encomio.