Entrevistamos a José Paya Beltrán, uno de los diez finalistas al Premio Azorín 2025

Visitamos en Biar a José Payá Beltrán, uno de los diez finalistas en el prestigioso Premio Azorín 2025 que se concedió anoche en una Gala en el Auditorio Provincial de Alicante.

Pregunta (P). José, cuéntanos un poco sobre tus primeros años. ¿Cómo y cuándo descubriste tu pasión por la escritura?

Respuesta (R). Hola. Mejor Pepe, me siento más a gusto. Que yo recuerde mi amor por la escritura surgió bastante temprano. Aún conservo escritos (pequeños relatos, cositas) que realicé cuando tenía nueve años. Así que podemos decir que fue una afición infantil. A partir de ahí, nunca he parado. Evidentemente, esta pasión surgió al mismo tiempo que mi amor por la lectura y los libros. No se puede escribir si no se lee… Si no se lee muchísimo.

P. Sabemos que la literatura ha sido siempre una de tus grandes aficiones. ¿Cuál fue el primer libro que te marcó y te inspiró a convertirte en escritor?

R. Pues lo cierto es que no lo sé con exactitud, y no sé si antes del que voy a citar hubo algún otro; pero sí recuerdo uno en concreto: El candor del padre Brown, de G. K. Chesterton. Lo compré en 1981, cuando tenía once años. Lo sé porque todavía conservo ese ejemplar. Y también recuerdo que, tras su lectura, supe que yo quería, en algún momento de mi vida, llegar a escribir algo así o, al menos, parecido. También te digo que sería una lectura bastante deficiente, por cuanto no poseía los conocimientos necesarios para disfrutar de aquellas páginas… No obstante, tengo presente que ese momento fue una inspiración. Luego vinieron otros: los cuentos de Hemingway, alguna novela policiaca, El camino, de Delibes… Pero todos estos llegaron después de Chesterton y sirvieron para apuntalar una decisión que ya había tomado cuando era un infante.

P. A lo largo de tu carrera, ¿Cómo has combinado tu faceta de escritor con tu trabajo como profesor? ¿Qué valores o lecciones has aprendido en una disciplina que puedes aplicar a la otra?

R. He disfrutado, y disfruto, dando clase. Si he de ser sincero, disfruto más dando clase que escribiendo. Principalmente porque es un trabajo más agradecido. Escribir es muy duro, muy solitario, frustrante en la mayoría de las ocasiones. La escritura tiene un componente muy grande de frustración: por un lado, inviertes horas y horas realizando una tarea que no sabes si va a llegar a buen puerto, si vas a poder sacar adelante; y por otro lado, una vez ya la has terminado, queda buscar alguna editorial que te haga caso, que al menos te lea. ¿Tiene esto alguna relación con la docencia? Un poco sí: muchas veces, mientras estás perorando en la clase, no tienes muy claro que alguien te haga caso… Lo cierto es que mi labor por escritor me ha enseñado a ser más paciente durante las clases y ante los alumnos, y viceversa…

P. En tu experiencia como docente, ¿Qué consejos darías a aquellos jóvenes que aspiran a convertirse en escritores? ¿Cuáles son los aspectos más importantes para desarrollar un estilo propio?

R. Unos consejos muy básicos y clásicos. Leer, leer y leer. Y después de miles de páginas de lectura, de decenas de miles de páginas de lectura, entonces ponte a escribir —sin dejar de leer, claro: por cada página que escribas lee cien—. Primero escribe y luego corrige, y corrige y, cuando ya pienses que no queda nada por corregir, vuelve a corregir. Tres mandamientos, pues: leer, escribir y corregir. También es aconsejable dar a conocer tu trabajo a tus enemigos, porque de los amigos (como de la familia) no te puedes fiar… En cuanto a la segunda pregunta, no tengo ni idea de cómo surge un estilo propio. Creo que surge después de mucho escribir y de corregir mucho más… Ni siquiera sé si yo tengo un estilo propio, la verdad.

P. ¿Qué ha significado para ti ser finalista por segunda vez del prestigioso Premio Azorín? ¿Cómo recibiste la noticia de esta nominación y qué sentimientos te genera este reconocimiento?

R. Una alegría, claro. Saber que nuestra novela, porque la obra está escrita en colaboración con Mario Martínez Gomis, ha sido elegida entre más de seiscientas obras, pues te llena de orgullo, por supuesto. Por otro lado, soy muy consciente de que está difícil conseguir el premio. El año pasado nos quedamos también a las puertas —porque hemos presentado la misma novela—… Desde luego esto sirve para fortalecer nuestra creencia de que hemos escrito una obra notable que merece ser publicada. A ver si este reconocimiento, aunque no pleno, sirve para convencer a alguna editorial de que una novela que ha llegado dos veces a una final no puede quedarse olvidada en un cajón.

P. La obra con la que estás finalista, ¿en qué aspectos crees que refleja tu evolución como escritor? ¿Qué temática exploras en esta obra que te haga conectar con los lectores y el jurado?

R. Con cada nueva obra que escribe, el autor siempre piensa hacerlo mejor que en la anterior. A veces lo consigue y otras veces no. La decisión última la ha de tener el lector. Siempre intento hacerlo lo mejor posible, lo mejor que sé y puedo… otra cosa es que me salga bien. Las entrañas del lobo es una novela ambientada en la España de mediados de los 60. Se desarrolla en Madrid y también en Alicante, cuando llegaron a la ciudad miles de franco-argelinos tras la independencia de Argelia. En esta coyuntura histórica se desarrolla una historia de clínicas ilegales dedicadas al aborto o a la venta de recién nacidos. Realmente es una historia sórdida a la que Mario y yo hemos querido darle un toque policiaco y, sobre todo, humorístico que espero convenza al jurado final y, si llega a publicarse, a los lectores.

P. En tu camino como escritor, ¿has encontrado alguna influencia de otros autores en tu estilo? ¿Qué escritores o corrientes literarias han dejado una huella en tu obra?

R. Leo muchísimo, sin parar. Raro es el día en que no leo medio centenar de páginas, empalmo una novela con otra y, en ocasiones, leo varias al mismo tiempo. ¿Qué escritores han influido en mi estilo? Ni idea: son tantos a los que admiro… Además, cada una de mis novelas es diferente a la anterior y, por tanto, si he buscar “modelos” se me hace difícil porque en cada una de ellas seguro que me ha influido uno o varios autores diferentes. Por ejemplo, cualquiera que lea Las entrañas del lobo advertirá que la huella de Eduardo Mendoza es muy visible, como ya ocurría, por ejemplo, en Un elenco de perros. No tengo ningún reparo en inspirarme en los autores que admiro. Creo que todos los escritores nos hemos comportado igual. Cuando Aristóteles decía que la literatura era mímesis hablaba de imitar la realidad, pero también de imitar a quienes te han precedido en este hermoso y grandioso arte. Seguro que Homero tuvo un modelo y un maestro…

P .El Premio Azorín es un referente en la literatura española. Si finalmente lo hubieras ganado, ¿Qué significaría para ti a nivel personal y profesional?

R. Será el premio a un trabajo que considero bien hecho. Y, claro, una alegría inmensa.

P. Además de la escritura, ¿Qué otros proyectos o actividades estás desarrollando actualmente? ¿Hay alguna novela o tema en particular que tengas en mente para el futuro?

R. Mi vida cultural es bastante intensa o, al menos, yo lo creo así. Junto a la docencia, que ejerzo en el IES Profesor Manuel Broseta, de Banyeres de Mariola, y también en el Centro Penitenciario de Alicante II, en Villena, también soy miembro del Grupo de Teatro Vico, de Biar, en el que colaboro como actor y, en ocasiones, adaptando algunas obras que representamos. Realizamos, al menos, dos montajes diferentes al año, con lo que puedes imaginar que dedico mucho tiempo a esta labor entre ensayos, actuaciones y adaptaciones. Me encargo de dirigir el grupo de teatro que tenemos en el instituto. También colaboro en el Club de Lectura de Biar. Además, he formado parte y formo parte de diversas cofradías de Biar y, como no, ayudo en todo lo que puedo a mi comparsa, Els Blavets. Lo que me ocurre es que me cuesta decir NO, sobre todo si considero que mi colaboración puede ayudar a hacer mejor mi querido pueblo.

¿Proyectos futuros? Bueno, tengo tres novelas cortas que andan peleando en diversos concursos y en alguna que otra editorial. Mario y yo empezamos hace dos años otra novela a cuatro manos que está a medio hacer, principalmente porque Mario no se siente muy animado… Pero espero que algún día se termine. Y he empezado ahora a documentarme para un proyecto futuro que me llegó por azar, y que me parece muy interesante, aunque no sé si podrá llegar a buen puerto. Como ves, no me aburro.

P. Por último, ¿Cómo ves el futuro de la literatura en un mundo cada vez más digitalizado? ¿Crees que la novela tradicional tiene cabida frente a nuevas formas de consumo cultural como las plataformas online y los audiolibros?

R. No hay que confundir el contenido con el continente. La literatura ha existido siempre y continuará existiendo siempre. Empezó de modo oral hace diez mil años, o más, y luego fue plasmándose en diversos suportes: arcilla, papiro, pergamino, papel… y ahora pantallas o auriculares. ¿Qué importa? Estoy convencido que el paso del papiro a la piel fue, hace dos mil años, una cosa traumática; como pueda ser, para algunos, el cambio que, lentamente, está produciéndose en estos tiempos. Al final es solo un cambio de soporte: el Poema de Mio Cid fue escrito sobre piel, yo lo he leído sobre hojas de papel y mis alumnos lo leen sobre una pantalla o lo escuchan a través de sus auriculares como los habitantes de una aldea de Burgos escucharían de boca del juglar los versos del poema hace mil años. Uno tiene la sensación de que hemos vuelto a los orígenes: la oralidad. De un modo u otro, como podemos ver, la literatura perdura…

Que así sea. Dejamos a Pepe en su pueblo sentado cerca de una mesa, después de una interesante tertulia sobre literatura, escritores y libros inolvidables desde la percepción de cada uno de los participantes. Volveremos a encontrarnos.

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