No estoy muy convencido de que para alcanzar la felicidad tenga que tener la bolsa llena.
De lo que sí estoy plenamente seguro es que para alcanzar la felicidad tenemos estar bien dotados en imaginación.
Con este magnífico poder nos será posible construir un mundo donde guardar a buen recaudo nuestras esperanzas e ilusiones, sin que nada, ni nadie las pueda destruir.
Tener la habilidad de alejarnos de la realidad y guarecernos en el mundo donde reposa la magia capaz de crear sueños extraordinarios está solo al alcance de quienes vivieron varias vidas a través de la fantasía.
Nuestro grado de abstracción nos aleja de la vulgaridad, la ordinariez y la mediocridad…, hasta levantar el vuelo con las etéreas alas que nos proporcionan los sueños.
Necesitamos esas alas que nos permiten volar en ese mundo maravilloso donde se refugia nuestra imaginación y posarnos en el árido suelo que proporciona nuestra condición humana, haciéndonos demasiado racionales, en exceso humanos y por ello extremadamente débiles.
Cuando perdemos la capacidad de soñar estamos ofreciendo vía libre a la depresión y de ésta directamente a la autodestrucción.
Si no tenemos alas para volar, aún nos quedará la posibilidad de evadirnos de la efímera realidad, manteniéndonos livianos como una pluma, mecidos por una multitud de brisas que mantienen en equilibrio la serenidad de nuestro ánimo y la felicidad de nuestro espíritu.
Es lo que nos ocurre a los que mantenemos viva la imaginación, despierto el ánimo y sereno el espíritu, aunque de vez en cuando tengamos que soportar el inesperado bofetón que nos propina la vida para mantenernos despiertos.