La mala leche

Los españoles presumimos de ser unos tocapelotas compulsivos, unos provocadores natos, unos críticos patológicos, unos impenitentes sátiros y unos insufribles cachondos mentales…

Llevamos a gala ser unos sátiros para así obtener la íntima satisfacción de ver a los demás reírse con nuestras ocurrencias a costa de la víctima de turno.

Nos creemos unos malajes integrales dispuestos al chiste, al chascarrillo, al cachondeo y al despropósito, como si esto fuera un atributo que nos eleve frente a los demás…

Y es que no nos damos cuenta que las personas de las que nos reímos hoy, mañana serán los que se rían de nosotros, porque en España el cachondeo va por barrios, es cíclico y transitorio.

Hoy por ti, mañana por ti, y siempre serás tú el objetivo del que cree estar en posesión de sentido del humor, siendo en realidad un estúpido.

El problema se presenta cuando la diana del cachondo mental se vuelve contra él, ahí la cosa cambia porque él no aguanta bromas.

Ahí el sentido del humor brilla por su ausencia, porque el cachondo mental en el fondo no es otra cosa que un pobre diablo.

Los españoles solemos mostrar nuestro modo de proceder, cambiando educación por maldad, respeto por venganza, consuelo por agresión, amor por odio y todo porque somos incapaces de hacer frente a quienes no se merecen nuestra confianza.

Eso que nos convierte en esclavos de cambiantes ideologías es lo que nos pone al borde del paroxismo, que es cuando nos damos cuenta que se están cachondeando de nosotros sin tener ninguna relación con el sátiro de turno.

Qué fáciles y qué peligrosos somos a veces, sólo tenemos que esperar a ser la víctima propiciatoria para que descarguen contra nosotros la bilis más viscosa.

Los que hemos llegado a la ancianidad hemos detectado que se ha desarrollado nuestro olfato siendo capaces de descubrir gilipollas a considerable distancia. Es como si llevásemos instalado un GPS detector de gilipollas.

Eso de tener pagada el agua, la luz y la bolsa de la compra, que no carro, de por vida, nos hace ser unos genuinos cascarrabias, pudiendo mandar a hacer puñetas al primer idiota que intenta tomarnos el pelo, a no ser que nos interese…

Enrique García-Moreno Amador

Presidente del Ateneo de Ocaña

Escritor y amante de Ocaña y su historia

Tags: El Atril de Enrique García-Moreno

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Enrique García-Moreno Amador

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