Ya llegó un nuevo otoño y como es costumbre en los últimos pasados nos encontraremos con un nuevo «otoño caliente», pese que éste se presente desapacible y lluvioso.
No hemos tenido más remedio que admitir, no sé si por resignación, por capitulación o por el imperativo que marca una incuestionable realidad, tener que tragar con esta nueva corriente que nos quiere hacer creer que nos hallamos ante un nuevo desastre político por la inestabilidad de un gobierno frágil, débil y en manifiesta minoría, tanto que incluso perdió las elecciones.
Y por si fuera poco, con los independentistas, separatistas y demás vividores huidos al monte, pidiendo rescates para no protagonizar más escaramuzas al estilo El Tempranillo de Sierra Morena.
Parece evidente que gran parte de la sociedad se halla a la deriva, desmotivada y apática , además de haber cambiado Cultura por ordinariez, elegancia por desaliño, respeto por ruindad, educación por desorden y seriedad por insolvencia.
Además de una sociedad mediocre, una sanidad en declive, una cuestionada educación, un poder judicial desorientado y unos políticos del mínimo nivel exigible.
Y si no tuviésemos suficiente padecemos una fuerte recesión pese al absurdo triunfalismo de un ministro que no tiene ni pajolera idea de lo que cuesta la cesta de la compra, la vivienda, la electricidad y la gasolina, otro ni idea de transporte, otra de trabajo, otra de economía y así hasta sublimizar la mediocridad.
De aquellos tiempos donde parece que todo fue mejor, siendo diferente, a esta actualidad donde todo va a peor sólo hay algo que parece incuestionable y es que todo es fruto de los intereses partidistas que ejercen las parcelas de poder.
A unos les beneficia la consideración de cuanto peor, mejor y a otros, cuanto más indigencia mental de la sociedad más fácil resultará su gobernabilidad.
Aquella España que no hace mucho era un referente europeo y mundial, paradigma de modernidad, desarrollo y expansión, ahora parece que esté en pleno declive, siendo que los pesimistas se atrevan a afirmar que está en caída libre, en plena hecatombe y los más optimistas, sólo admiten que estemos padeciendo cierta decadencia, en absoluto preocupante.
Algunos sociólogos aseguran que España empieza a tocar fondo y una vez hundida se presente una reflotación, una regeneración y resurgimiento que costará años de sangre, sudor y lágrimas.
Primero derriban y luego reconstruyen, primero hacen la guerra para después firmar la paz. Primero la tempestad, luego la calma chicha.
Todos se presentan como reformistas, pero muy pocos, por no decir ninguno, ha sido capaz de reformar su propia vida.
El problema se presenta cuando los fatuos reformistas desconocen si sus teorías son integrales, tramposas, o son una burda tomadura de pelo.
Es evidente que los que están pilotando la nave son los peores y más inexpertos marinos, es más, tenemos serias dudas de que sean ni siquiera marinos, muchos de ellos responsables de naufragios en charcos de poca monta.
Sería una tragedia comprobar que entre estos marinos de secano se hallen avezados piratas sin escrúpulos.
Cuando un buen número de medios de comunicación se encuentran inmersos en la batalla por confundir, manipular, engañar, esconder y tergiversar la realidad, el problema adquiere categoría de catástrofe.
El político de siempre, es decir, el político trasnochado, se apoya en el comodín en la demagogia más barata, irrisoria y ensoñadora.
Y como ya viene siendo tradicional, este otoño que acaba de nacer nos traerá una nueva inestabilidad y si todo sigue con su tónica de los últimos años, seguiremos endeudados hasta que de pronto todo salte por los aires y aparezca el fantasma de la quiebra y posterior rescate.
Y lo que aún es más preocupante, que la oposición sea peor que el gobierno…
