Cuando el pueblo necesita ser engañado para subsistir, el mandatario se ve obligado a mentir para dañar a los súbditos.
De ahí aquella súplica del rendido enamorado, cuando lleno de temores le súplica a su amada: «Por lo que más quieras, dime que me amas aunque sea mentira».
El problema se presenta cuando el mandatario no teniendo necesidad de mentir sigue mintiendo de forma convulsiva, haciéndose necesario que el pueblo no se acostumbre a ser engañado, porque entonces la sociedad entra en una depresión irreversible.
España viene de una dictadura de cuarenta años y de un poder político acostumbrado a gobernar por decreto y de unos políticos que si no les votas te la juran.
Con este historial no es extraño observar que una parte de los ciudadanos hayan adoptado una actitud de sumisión, conformismo, abulia y abatimiento, y lo han hecho ante una situación en extremo delicada, que siendo límite se prolonga en el tiempo, perdiéndose en el camino las ilusiones, la esperanza y sobre todo, la fe en un futuro más prometedor.
Otra parte parece estar abducida por unas ideologías más falsas que Judas, que lejos de buscar la unión, la paz, la concordia, la solidaridad y el bienestar común, persiguen el odio, el enfrentamiento, la crispación y la discordia, porque en la confrontación reside el poder político.
Una sociedad en paz es un infierno para muchos políticos. La paz es la enemiga de los partidos.
Luego están los que se muestran ajenos a realizar cualquier acción que les suponga tener que salir de su zona de confort, porque si tuviesen que luchar, la vida sería insufrible para ellos.
Y con una sociedad tan sometida, asustada y apática los encargados de estimularla, animarla y orientarla no se atreven a despertarla.
Es en este punto, donde confluyen el comunismo y el capitalismo, creando deprimidos, oprimidos y reprimidos.
Y para darle más consistencia al argumento que estoy tratando de desarrollar, recuerdo la frase del ex-presidiario, condenado por terrorismo, el bilduetarra Otegui: «Nosotros no luchamos por la instauración de la república, sino por la creación de las repúblicas». Es decir, por la desintegración de España que pasaría por el martirio que representa la proliferación de repúblicas populares, al más puro estilo soviético.
Es la acción de las hienas que siendo encarnizadas enemigas entre sí, se agrupan para abatir a la presa solitaria y repartirse así las entrañas.
No sabemos si España está en una difícil encrucijada, o simplemente sedada para ser intervenida sin dolor. La deuda se ha disparado y va en caida libre hacia los dos billones de euros.
De la España invertebrada de hace unos años a ésta desvertebrada, sólo queda que actúe el cirujano que achique la sangre o que nos apliquen un torniquete para evitar desangrarnos.