Los bobos por lo general suelen causar daños de consideración aprovechándose así de su a veces bien ganada fama.
De todos los bobos que conozco los que me caen más simpáticos son los tontos del timo de la estampita.
Los bobos saben desarrollar a la perfección su siempre maliciosa actitud sabiéndose inimputables por su condición.
Puede resultar ventajoso tener tontarras al servicio de la causa, que alimenten el desproporcionado ego de los endiosados dirigentes que necesitan tener a su alrededor bobeas que le mullan la poltrona para poder subsistir.
Práctica a la que recurría la nobleza, poniendo al servicio del rey unos cuantos lelos y lerdos para su disfrute y diversión.
Los tontos que más ternura me causan son los payasos de circo, capaces de engañar a los payasos listos.
El problema se presentaba cuando el supuesto imbécil se cansaba de fingir, y al sentirse burlado se desmadraba, siendo que sus fingidas idioteces terminaban dañando al que se creía listo.
En el seno de los partidos políticos existe un generoso número de bobos, que, a base de aceptar humillaciones, terminan por conseguir sus objetivos.
Es decir, que los bobos tienen doble beneficio, el que consigue para sí mismos y el que reportan al jefe de turno, generalmente un randas de barrio.
Normalmente los listos impertinentes tienen su Talón de Aquiles en la incapacidad para calibrar las nefastas consecuencias que les pueden traer las idioteces de los bobos a sueldo.
No hace falta ser un portento para saber que en algunos partidos políticos hay un caladero de tontainas capaces de mantenerse durante años en «standBy», deambulando por los pasillos, sin producir el menor ruido.
Su presencia no pasa inadvertida por su especial característica de ejercer de tontos útiles.
En plena campaña electoral los bobeas se transforman y dejan de halagar al jefe para dedicarse a insultar y agredir, sin venir a cuento, a los ciudadanos que votan diferente a ellos.
Los hay que llegan a lanzar adoquines, dedicar todo tipo de lindezas y reventar escaparates de las diferentes oficinas de los contrincantes, para mostrar su verdadera personalidad.
Los líderes, como si fueran héroes o dioses del olimpo, pretenden ser adorados por los bobos, generalmente hombres. A las mujeres se les nota que están representando un papel que no les corresponde.
A los endiosados líderes les han hecho creer que son los elegidos por su divina condición de dioses de plexiglás.
La realidad es que estos héroes de pacotilla, al menor contratiempo se arrugan y lloran lastimeramente, acurrucados en el regazo de sus fieles tontorrones.
Si no fuera por los bobeas, los lideres de los partidos políticos serían tan efímeros como un eructo.
Y es que los parias son absolutamente necesarios, porque si no hay parias no hay señores, si no hay pobres no hay ricos, si no hay dominadores no hay dominados, si no hay tontos no hay listos…
Es el equilibrio natural que necesita la sociedad para subsistir.
Lo de hacerse el tonto para obtener ventaja está muy mal visto, lo que prima es ser un bobo auténtico, un tonto con pedigrí, un tonto con pureza de linaje. Algunos han llegado muy alto…
El tonto que ocupa cargos de relevancia representa el peaje que debe pagar la sociedad por su abandono, falta de responsabilidad y absoluta falta de compromiso.