Los que no combatimos por dinero, ni nos inmiscuimos gratis en guerras ajenas, ni nos metemos en berenjenales que no nos incumben, ni husmeamos en la vida de los demás, nos hemos convertido en espectadores a la fuerza, porque la tónica de esta sociedad es poner todo a la intemperie, todo patas arriba, todo bien visible como si estuviésemos en un gigantesco tendedero.
Puro nudismo personal.
A nosotros los escépticos, no nos interesa nada, absolutamente nada que esté fuera de nuestro ámbito familiar y reducidísimo grupo de amigos y escaso espacio social.
Y es que a veces se acercan y se alejan gentes que, tras hacernos concebir ciertas ilusiones, desaparecen con la misma facilidad con la que se acercaron, eso sí llevándose información que en su día poder airear.
Los que combaten por nuestra libertad, nos ofrecen amistad, luchan y nos defienden cobrándonos por ello, al menos nos dejan bien a las claras que lo hacen por interés. El precio lo ponen ellos, la moneda o la especie a pagar nosotros.
Si nos entretenemos en buscar lo que define a cada uno de estos grupos veremos, que los mercenarios son aquellos que luchan a cambio de dinero, o de un favor, sin motivaciones ideológicas, siendo el militar aquel que forma parte de un ejército o participa activamente en un partido político. Es decir, nos defienden desde un punto de vista profesional.
La diferencia estriba en que un militar cobra y los que militan en los partidos pagan por ejercer activamente algo que les viene ordenado en esa estructura piramidal donde las bases pagan y la cúpula cobra.
Si nos fijamos en los componentes del Ejército de los EEUU, veremos que una buena parte de sus componentes son oriundos de países sudamericanos, al ser un ejército extremadamente profesionalizado. Y no por ello son mercenarios, porque unos luchan después de jurar bandera y los otros no entienden de patrias.
Y en esto estriba el problema, en establecer las diferencias reales entre los mercenarios y los militares profesionales.
A veces me gustaría conocer las diferencias exactas existentes entre los mercenarios que combaten en Ucrania, en Rusia o en el Ejército de los EEUU y los que combaten en países africanos del tercer mundo, incluso los sudamericanos.
Y luego están los voyeurs que no se suelen implicar, ni como militares, ni militantes, ni milicianos.
Los observadores están tan mal vistos, que les denominan despectivamente mirones.
Dicen que los voyeurs son aquellos que miran con demasiada curiosidad, e insistencia a otros que realizan una determinada actividad, sin tomar parte en ello por considerarla ajena a sus intereses.
Les gusta mirar, pero no participan, ni actúan.
Bueno, pues nosotros ni eso. No nos interesa ni mirar, porque lo que vemos ni siquiera nos entretiene, porque incluso no nos gusta.
Y puestas así las cosas que cada uno se adscriba al grupo con el que más se sienta identificado.
Y he dejado para al final a los que ven sin mirar, los que escuchan sin oír, los que perciben olores sin oler, los que se mueven sin andar, los que sueñan sin dormir, los que aman sin ser amados, porque estos jamás se sentirán defraudados.
Es lo que tenemos los escépticos sin dejar de ser relativistas, no dogmáticos, ni integristas tampoco.