Para conocer con cierta exactitud el nivel alcanzado por esta sociedad, sólo tenemos que detenernos a analizar el motivo por el que la máxima felicidad se consigue a través de la ley del mínimo esfuerzo.
La gente hoy lucha para subsistir cada día como sea y con lo que sea, lo importante es llegar a mañana y mañana de nuevo marcarse idéntica meta.
Es evidente que nos encontramos con una sociedad fácilmente influenciable, maleable, dirigible, manipulable y ajena a cualquier compromiso, que no sea sobrevivir dentro de este mundo de fijos discontinuos con despido simulado e indemnización figurada.
Se ha pasado de la generación más preparada, a la más apática, entregada y satisfecha de la Historia.
No sabemos si la anómala situación política que estamos padeciendo es la causa de esta situación o es el grado de somnolencia de una España en permanente fiesta.
Una vez que una gran parte de esta nueva sociedad ha sido sedada por la hipnosis de las redes sociales, obnubilada por la tele y seducida por los mediocres, el resultado es una ciudadanía silenciada, domada y amaestrada.
Y de esto se han dado cuenta los que mueven los hilos de este gran guiñol dirigido por banqueros, propietarios de medios de comunicación y una serie de pillos, pícaros y espabilados, que viendo cómo está todo se han inventado una nueva profesión que se doctora en la universidad de los movimientos vecinales, donde se ganan la vida sin dar palo al agua, sin necesidad de estudios, dedicación o espíritu de sacrificio. Es la generación adicta al maná que se deriva de gratificaciones, subvenciones, ayudas, primas, subsidios y demás dádivas que mantienen viva la gigantesca piscifactoría. Es la nueva profesión de político a tiempo total sin más quehacer que sentarse en los hemiciclos a aplaudir, berrear, bostezar, graznar, aporrear, vitorear…
Las diferentes confesiones religiosas han sido las primeras en darse cuenta de las necesidades que los ciudadanos demandan para ser gobernados, guiados, dirigidos, manejados y manipulados, de ahí el efecto placebo de los mítines, discursos, sermones y homilías que de continuo se dan en este país perdido en una nebulosa rellenada entre nieblas y algodones.
Al fin se ha logrado, al fin se ha aprendido a vivir sin más esfuerzo del que supone cumplimentar impresos en busca de la bolsa, el abono mínimo vital y la soldada que ya pusiera de moda el imperio romano para mantener la más absoluta dependencia y dimisión de las clases más desfavorecidas de la sociedad.