Estos días los españoles comprobamos con extremada felicidad que nuestro País ha alcanzado el mayor y más sólido tejido empresarial de la Historia de la Era Contemporánea.
Volvemos a ser la admiración del mundo civilizado, al ver como en localidades hasta ahora sin ningún movimiento empresarial, industrial y comercial, de pronto y como si de un milagro se tratase, en esta recién nacida primavera, España ha experimentado un sorprendente desarrollo empresarial.
En cuanto a nivel turístico, restaurantes de todo el país, incluso los situados en poblaciones pequeñas, han estado al 90×100 de ocupación en esta pasada Semana Santa y eso es volver por nuestros fueros.
Eso sí, los menús han disparado sus precios ante la inmensa demanda llegada de ese renacido tejido laboral y la exagerada subida de precios en el sector alimentario y esto seguro llevará a los españoles a restringir sus salidas al mundo hostelero.
Personal sanitario, docente, de servicios, empleados, bufetes, gestorías, administración, comercio… Pensionistas, fuerzas de seguridad del Estado, ganadería, agricultores, bancarios, obras publicas… Técnicos, oficios… han podido permitirse ciertas licencias en estas recién terminadas vacaciones y eso es magnífico porque el bienestar lo deben disfrutar todos los sectores de la sociedad.
España es en esta recién nacida primavera una promesa de futuro, de esperanza, de encendidas ilusiones, de vuelta al progreso…
Y como amenaza el «tremendo impacto» que puedan producir los eternos tribales de las chapelas y las barretinas que siguen soñando con sus terruños, caseríos y masías como aldeas independientes cuando el mundo camina hacia la globalización y estados unidos carentes de fronteras.
Por un lado los catetos de la chapela calada hasta las cejas y la faja roja abrigándose los riñones y por otro lado, los palurdos de la barretina calada hasta las orejas gateando por los castilletes que conduzcan a la Luna, cuando apenas están a la altura necesaria para caer con fuerza a sus eras ideológicas del cuaternario.
También los hay que gritan desaforados la palabra España y más que emoción producen miedo. Porque cuando gritan España emanan un fuerte olor a azufre
A nosotros, a los que nos emociona la España de la concordia, de la paz, de la alegría, de la confraternización, de la hidalguía…
A los que nos gusta la España laboriosa, la sacrificada, la que guarda como oro en paño sus tradiciones, sus costumbres, su pluralidad, sus creencias, sus fiestas, su esencia, su Historia…
La otra, la profunda, la oscura, la bárbara, la crispada, la bélica, la violenta, incívica… La guerrillera, la frentista, la separatista… Esa, esa España no nos emociona. Esa España nos da miedo.