Pueden tacharme de lo que deseen por mostrarme hondamente preocupado por la deriva que está mostrando nuestro país.
Solo hay que ver esta curiosa situación política en la que no gobierna quien gana, sino el que más se pliega a las condiciones que impone la unión de todos los perdedores, incluso decide un profugo de la Justicia afincado en el extranjero o el que ponía dianas sobre nucas indefensas.
Me cuesta trabajo pensar que este podría ser el principio del fin de una gran nación como es España, que tiene fijadas sus raíces en los reinos que la conformaron desde su nacimiento hace 500 años.
Y puestas así las cosas y tratando de aplicarme una ración de moral, lo mejor que puedo hacer para valorar lo que verdaderamente representa España es viajar por esos mundos de Dios y comparar, reconociendo que el nivel de los políticos en el mundo es deprimente.
Seguro que me resultará gratificante poner distancia entre esta España que algunos pretenden destruir, para darle rienda suelta a su visceral odio y la realidad histórica de esta Gran Nación, ahora atacada por todos sus flancos por manadas de alimañas de toda índole, que en feroz ataque quieren hacer notar el poder de la jauría, que es el «valor» que desarrollan los carroñeros cuando huelen la sangre. Violadores, asesinos, terroristas, ladrones, golpistas, traficantes… Es por esto que algunas autonomías quieran cargarse la Guardia Civil.
Cada vez que viajo fuera de España me preguntan si es cierto lo que cuentan los medios de comunicación y si lo es, cómo es posible normalizar la barbarie hasta el punto de que la mayoría de los españoles les importe un bledo la imagen que estamos dando de ser un país tan poco serio, incongruente, imprevisible, inestable e inconsecuente.
Por no tener no tenemos Lengua oficial, ni himno, ni bandera, ni escudo que sirva para unir a las 17 nuevas republiquetas.
No tenemos las mismas leyes educativas, ni la misma Historia, ni la misma Sanidad, ni las mismas ventajas fiscales…
No tenemos las mismas oportunidades, ni los mismos impuestos.
Y teniendo la inmensa fortuna de haber nacido en un país ahora tan controvertido como España, la mitad de los españoles tenemos que tragarnos sapos y culebras del calibre de los apátridas, traidores, mediocres, vagos, aprovechados, parásitos y facinerosos introducidos como topos en nuestras instituciones.
Los enemigos de España se pasean por una tierra a la que odian, para desde dentro destruir lo que ellos fueron incapaces de levantar.
Nosotros, los viejos a los que nos duele España, nos encontramos en esta extrema situación, dónde cada día es mucho peor que el anterior.
Nosotros, los que construimos la España prospera, no debiéramos dejar ni un solo día, dar gracias a Dios por habernos permitido nacer en esta bendita tierra, aunque el destino esté poniendo a prueba nuestra capacidad de aguante, sorpresa y adaptación.
El problema de España es que el enemigo lo tiene dentro, son como la gangrena, como un magma… Son estos los que quieren reducir a España a minirrepúblicas sin nombre, ni identidad, ni destino, ni futuro.
Es en estos momentos cuando España necesita fuerza, determinación, espíritu de sacrificio, raza, coraje y sobre todo, redaños para salir adelante, pero lo que en realidad surge es un renovado guerracivilismo.
¡Quinientos años nos contemplan!
No podemos defraudar a la Historia, aunque en estos momentos parece que con la «Piel de Toro» algunos quieran hacerse chupas a medida.
Y como dato importante, hoy España ha batido su récord histórico en su particular demografía con 48 millones de habitantes, a los que pronto llamaremos españoles.