Las tertulias políticas se han convertido en espectáculos insulsos, aburridos, pueriles, anodinos, insufribles e intrascendentes, ofrecidos por medios de comunicación oficiales y privados.
Espectáculos programados con la intención de crear opinión, pensamiento y doctrina. Al final, si nos detenemos a analizar los resultados, lo que en general están generando es una sociedad confundida, ofuscada, desorientada, perdida, intransigente, cabreada y de ínfimo nivel.
Un elenco de mediocres analistas , periodistas de partido, polemistas adictos a la reyerta barata y provocadores barriobajeros, incendian los platos poniendo a los hogareños espectadores a punto de un «histerismo coronario».
Las televisiones tratan la política como si fueran un programa de corralas de suburbio, de rastrillos, mercadillos, o tabernas.
La política española se ha convertido en un teatrillo variopinto y peculiar, y salvando las diferencias, no es muy diferente a otras de más enjundia que circulando por otros derroteros, son un auténtico despropósito.
Últimamente estamos inmersos en reyertas y algaradas, que lejos de crear un buen nivel intelectual, se está creando una crispación exagerada entre los sufridos espectadores, que tienen que soportar el escaso valor formativo de provocadores a sueldo.
Los políticos de los distintos países próximos a nuestro entorno, aún siendo absolutamente diferentes a nosotros, según sus culturas, además de groseros, dejan una sensación del más absoluto caos emocional e intelectual, y lo que es peor, están dejando una preocupante sensación de indefensión al tratarnos como facilones estúpidos con valor de mercancía de todo a 1€.
La imagen que estamos proyectando los españoles no es la mejor para ganarnos el respeto debido.
Nuestra gente, sí, nuestros representantes, no solo serán incapaces de sacarnos de esta delicada encrucijada, sino que nos llevarán a una gran depresión, si nada ni nadie lo remedia.
En estos momentos vemos a 350 señores y señoras acomodados en sus escaños, sin otra actividad que aplaudir o abuchear según lo requiera el jefe que les sacie el apetito por 7000 euros mensuales.
Son capaces de liarse hasta con los versos de Antonio Machado.
Unos venderán utopías, otros progresias, otros conservadurismos, libertades, países, naciones, patrias, repúblicas, principados, condados… hasta gloriosos exilios. Son capaces de todo e incapaces de nada.
Y cada uno de ellos con sus parroquianos, sus plebeyos, fans, súbditos, feligreses pendientes de sus pamplinas.
Tanto ellos, los políticos, como nosotros, los pagafantas, vivimos en nuestras peculiares democracias.
Nada que ver entre la democracia que viven unos, o con la que viven otros. Nada que ver.
Las democracias son como los gazpachos andaluz y manchego… Nada que ver entre ellos, pero los gazpachos tienen la denominación genérica de gazpachos y las democracias igual.
Hagan la prueba, pidan un gazpacho manchego en Ciudad Real y pidan un gazpacho andaluz en Huelva.