No estoy seguro de si la proverbial ignorancia de esta súper titulada sociedad española nos perjudica o nos beneficia.
Tampoco sabría decir si por el contrario el exceso de cierta»sabiduría» sería buena para esta sociedad que dicen que es la más preparada de la Historia, porque de ese exceso de «pretenciosa sabiduría» puede derivarse la proliferación de listos, sabihondos, sabelotodos y enterados, que se crían como hongos en centros universitarios low cost.
Los listillos, enterados, pedantes, sabihondos y sabidillos, suelen ofrecer cierta inclinación a introducirse en ese peculiar mundillo de la política donde anidan los verborreicos, charlatanes, chanchulleros, vocinglero e irredentos parlanchines, que en cuanto nos descuidamos los tenemos cosidos a nuestros entresijos soltándonos su insufrible, frustrante, insoportable y anestésica perorata.
Y en el otro extremo se encuentran los indecisos, los inseguros, dubitativos, medrosos, irresolutos, confusos, desubicados, encantados y titubeantes, incapaces de arriesgar lo más mínimo por no entrar en depresión o morir de inanición.
Permítanme que les recuerde una vez más aquella curiosa forma de explicar una «boutade».
«Aerodinámicamente, el cuerpo de una abeja no está hecho para volar; lo bueno es que la abeja no lo sabe y por ello vuela, ni las ratas están «diseñadas» para nadar, y sin embargo nadan».
Ahí sí, aquí la ignorancia de la abeja la hace ser útil, hasta el punto de endulzandonos la vida. La utilidad que nos puedan ofrecer las ratas por su habilidad para nadar aún no la hemos descubierto.
Es lo que les pasa a muchos políticos de mucho poder y baja alcurnia ideológica, que de abejas no tienen nada, que sin saberlo están al servicio de reyezuelos aún siendo republicanos.
Y nos quedan las otras ratas, que saben nadar, guardan su ropa y siendo en su beneficio nos cobran. Puro arte, o puro masoquismo.
Nota.- Nada que ver con mis amigos políticos, que desde su humildad se dejan parte de su vida por hacer agradable la nuestra.