La sociedad no cambia sus vicios, sus roles y sus comportamientos a pesar de sus espectaculares progresos tecnológicos.
En estos momentos nos encontramos en esa encrucijada donde de manera sorprendente, todos somos conservadores y progresistas al mismo tiempo, según la ocasión.
Es la evolución y la regresión conviviendo en constante alternancia, incluso al mismo tiempo.
Muchos seguimos pensando que nuestras ideas, nuestro pensamiento, religión, aficiones y gustos son los acertados, siendo que los demás no sólo están equivocados, sino que son merecedores de todo tipo de burlas, desconsideraciones e insultos.
Nos encontramos ante la eterna e intransigente posición de «estar conmigo o contra mí».
En estos momentos de especial complicidad podemos ver un gigantesco escaparate donde se pueden observar las reacciones del Género Humano.
Gigantesco escaparate donde se exhiben las redes sociales, donde se muestran los creyentes de un determinado y novísimo credo religioso que presume estar en posesión de la verdad, mientras el resto naufraga entre doctrinas perniciosas y equivocadas, que al menor descuido los llevarán a los infiernos.
Nos mostramos tan beligerantes, que a la mínima tratamos de imponer nuestra más irracional violencia.
Los seguidores de los diferentes partidos políticos mantienen una guerra abierta entre ellos, al considerar que son ellos y sólo ellos, los que poseen la ideología acertada, siendo la realidad que su ideología se reduce a ostentar el poder.
Es en estos días donde hablar de política puede resultar un ejercicio peligroso, el 50% de los ciudadanos va contra la otra mitad de manera despiadada, porque todos ven en sus adversarios al más encarnizado enemigo.
La gente se insulta, se descalifica, se agrede y atenta contra la vida, al tratar de imponer a los demás su verdad, sin saber que esa verdad es tan circunstancial, efímera y débil, que en un corto espacio de tiempo, un concilio, un cónclave, un congreso, o una asamblea, pueden marcar un rumbo, o un cambio de dirección que dará al traste contra aquello por lo que se luchó ayer.
Son los dirigentes los que conducen a la plebe, a la masa, a la obediente sociedad hacia sus espurias conveniencias, para seguir viviendo a costa de los acomodados, a los incapaces de pensar, poder decidir por sí solos.
Es la eterna canción. «Yo soy la verdad y la vida, tú la mentira y la destrucción». «Deja todo y sígueme hasta que yo te deje a tí» . «Tú me resultas absolutamente necesario hasta que seas absolutamente prescindible». «Mi ideología es el poder, la tuya la obediencia».