Nos encontramos en plena regresión, algo impensable hace unos años y en estos momentos no estoy hablando de políticos sino de ciudadanos.
Lo que parecía haberse superado gracias a una sociedad supuestamente más limpia, preparada, formada, culta, instruida y saludable, no ha sido más que un espejismo.
En esta España cada vez más enrarecida se están desenterrando viejos comportamientos, que en nada dice de lo que debiera ser una sociedad moderna, madura y libre.
Se está volviendo a vivir cierta violencia dogmática, ideológica, doctrinal y laboral y eso siempre es peligroso.
No sé si se están resucitando viejos rencores, antiguas rencillas y pasados tempestuosos. Los partidos políticos se han convertido en un volcán donde en cada erupción aparecen nuevos mandatarios, que nada más tomar las riendas, establecen unas purgas inmisericordes para de inmediato sacudirse las miserias con la intención de pasárselas al enemigo, que no adversario.
En el mundo empresarial se producen ceses furibundos, en las cúpulas de los medios de comunicación se producen relevos traumáticos, en las universidades, en los organismos e instituciones, se cesa y se nombra de manera vertiginosa, como consecuencia de adormecidos ajustes de cuentas que por cualquier asunto renacen con marcada virulencia.
Se está viviendo un ambiente de crispación, de incontenida violencia, de algaradas callejeras, de tomarse la justicia por la mano en cada acción y eso es muy peligroso.
Parece que algo se está fraguando y no es precisamente una revolución pacífica, invitando a la gente a invadir la calle, mostrar su rabia y dar rienda suelta a sus instintos más primitivos…
La idea de enfrentar a las comunidades autónomas a través de agravios comparativos, injusticias y diferencias de trato es encender una mecha que nadie sabe a qué pueda estar conectada.
Aprovechando que las aguas vienen sucias y en torrentes, muchos están agazapados esperando su momento, y no se pararán en barreras.
En el mundo han nacido nuevos ejércitos de mercenarios en defensa de falsos patriotismos, atrincherados en Wall Street y esto lo podemos ver en los frentes bélicos abiertos en la actualidad, donde los muertos los ponen los pobres y los ricos se hacen oro con petrodólares, fabricación de armas, rescates, precio del dinero y crisis fabricadas y teledirigidas.
Que nadie despierte a la bestia, que nadie la avente, que nadie la encolerice, que una vez despierta a ver quién la vuelve dormir.