Cualquiera puede ponerse furioso… eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto, y de la forma correcta… eso no es fácil”. Aristóteles
Las emociones nos dan la conciencia de nuestra existencia, son las encargadas de movernos llevándonos a “expandirnos o a replegarnos” ante las diferentes situaciones (estímulos). “Si las sabemos escuchar, nos dan mucha información sobre lo que es relevante para nosotros en un momento concreto, nos hablan de lo que nos está ocurriendo y nos instan a movilizar esa energía que ha sido creada a nuevas posibilidades”.
Hay una variedad de emociones y las experimentamos constantemente, convirtiéndonos en un armazón de sensaciones, que a pesar de que están ubicadas en el sistema límbico, sentimos que recorren todo nuestro cuerpo apoderándose de nosotros para inmovilizarnos o llevarnos a la acción.
Entre tanto, Paul Ekman, argumentó que existen cuatro emociones básicas que son la cuna de otras emociones y que se reflejan fácilmente en nuestras expresiones faciales, estas son: el temor, la ira, la tristeza y el placer.
De cada una de ellas y según el estudio de varios teóricos podemos indicar que están constituidas así:
Temor: ansiedad, nerviosismo, preocupación, incertidumbre, cautela, miedo, entre otras.
Ira: resentimiento, cólera, indignación, hostilidad, fastidio, violencia, odio, entre otras.
Tristeza: pesar, melancolía, pesimismo, pena, soledad, desesperación, entre otras.
Placer: felicidad, alegría, dicha, diversión, orgullo, embeleso, satisfacción, entre otras.
Dicho esto, cuando hablamos arriba de expandir o replegar, nos referimos a que las emociones nos generan movimientos hacia afuera o hacia adentro, es decir la ira y el placer “nos impulsan hacia afuera” nos llevan a la acción, entre tanto el temor y la tristeza “nos retiran hacia adentro” nos reprimen, claramente estas acciones se encuentran estrechamente ligadas con la situación (estímulo), que enfrentamos.
Así mismo, cuando hay coherencia entre el lenguaje, la corporalidad y las emociones, entendiendo a estas últimas como parte fundamental de nuestra naturaleza, convertimos las situaciones en oportunidades logrando crecer desde el SER, aceptando la emoción, movilizándola y dejándola fluir para llegar a la transformación.
“Procesar y expresar las emociones se vuelve algo de suma importancia, acogiéndolas, tanto si se trata de emociones alegres como de aquellas dolorosas o neutrales. Entender que, como todo en la vida, las emociones van y vienen, tienen un principio y un fin, llegan y se van”.
Goleman, quien acuño el término “emoción para referirse a un sentimiento y sus pensamientos característicos, a estados psicológicos y biológicos y, a una variedad de tendencias a actuar frente a esta”, nos deja ver que las emociones no son ni buenas ni malas, son simplemente reacciones que nos enseñan a aprender de nosotros mismos y autoaceptarnos reconociéndolas, explorándolas y aprendiendo de ellas.